A pesar de haber confesado el descuartizamiento de Edwin Arrieta y desperdigado sus restos por la isla Koh Phangan, Daniel Sancho ha recibido el apoyo enamorado de decenas de admiradoras, influenciadas por el efecto halo y por la hibristofilia, una parafilia que impulsa a miles de personas a enviar cartas de amor, dinero, regalos y propuestas de matrimonio a asesinos en serie, caníbales, violadores o terroristas como Ted Bundy, Jeffrey Dahmer, Richard Ramirez, Devon Erickson o Miguel Carcaño.
La hibristofilia
La hibristofilia (del griego ὑβρίζειν) es una parafilia caracterizada por sentir deseo sexual por un criminal que ha cometido delitos graves como asesinatos, violaciones o robos a mano armada.
Aunque el término fue definido en 1966 por el Dr. John Money, expertos como el psicólogo Mark Griffiths, profesor de Adicción Conductual en la Universidad de Nottingham Trent (Reino Unido), reconocen que son necesarios más estudios empíricos para entenderla, porque el grueso de lo que se conoce sobre esta conducta está basado en «evidencias anecdóticas de entrevistas y libros populistas». A pesar de ello, autores como Katherine Ramsland o Leon F. Seltzer aventuran que este tipo de atracción sexual puede obedecer a las siguientes causas:
Psicología evolutiva
Según la Teoría evolucionista hay una serie de rasgos físicos y conductuales que resultan atractivos a la mayoría de las mujeres a nivel inconsciente porque indican niveles elevados de testosterona (la hormona masculina por excelencia), fertilidad, complejo mayor de histocompatibilidad distinto o calidad genética. Entre los conductuales, los hombres que muestran dominio, competitividad, agresividad, apetito sexual, egoísmo, promiscuidad o inteligencia creativa suelen resultar atrayentes porque son posibles indicadores de calidad genética y niveles altos de testosterona.
No obstante, el psicólogo Gayle Brewer de la Universidad de Lancashire, coautor de un estudio sobre la atracción por este tipo de hombres, matizó que los «malos» atraen a las mujeres solo para vivir con ellos relaciones pasionales a corto plazo, mientras que para relaciones duraderas y estables prefieren a aquellos con una personalidad menos compleja y con rasgos más positivos, como la empatía.
Síndrome del salvador y co-dependencia
El síndrome del salvador es un patrón de comportamiento en el que una persona siente una necesidad compulsiva de salvar o ayudar a los demás, descuidando sus propias necesidades en la relación que crean con el «salvado». Las personas con este síndrome suelen tener una baja autoestima, una infancia con un padre o madre ausente emocionalmente y una fuerte co-dependencia emocional, que les impulsa a ayudar, rescatar o reformar a aquellos que están dañados o necesitados, obteniendo a cambio la sensación de ser imprescindibles en su vida; solo ellas pueden ayudar con su entrega, sacrificio y afecto, solo ellas pueden «salvarlos».
Por lo general, el síndrome del salvador se aplica a los que se empeñan en «salvar» a sus parejas inmersas en un «vicio» o problema del que no pueden (o no quieren) salir, como alcohólicos, drogadictos, pródigos, mujeriegos, etc., aunque es aplicable también a las que ven a los criminales sentenciados como víctimas del sistema que no les dio una oportunidad y, en muchos casos, como inocentes del crimen por el que cumplen condena.
Un ejemplo claro de ello son algunas de las mujeres entrevistadas por Katherine Ramsland, que o bien habían mantenido relaciones sentimentales con un asesino en serie o bien se habían casado con él, cuyos motivos incluían la creencia de «cambiar para bien a un hombre tan cruel y poderoso como un asesino en serie» o el deseo de «cuidar al niño pequeño» que una vez fue.
Además, algunas contestaban que este tipo de relaciones son «perfectas» porque «sabe dónde se encuentra él todo el tiempo y que está pensando en ella. Mientras que ella puede decir que alguien la ama, no tiene que pasar por las peripecias del día a día en una relación. No hay colada que hacer, no tiene que cocinar para él… Puede mantener la fantasía por un largo tiempo».
El poder erótico del miedo
Como vimos en el artículo ¿Por qué nos excita el miedo?, cuando percibimos una amenaza (real o imaginada), se libera adrenalina, un neurotransmisor que aumenta la circulación sanguínea, el ritmo cardíaco y la glucosa en sangre, para favorecer la defensa y la huida; y cuando la amenaza desaparece, se liberan dopamina, serotonina, estrógenos y testosterona, neurotransmisores involucrados en el estado anímico, excitación sexual y placer. Ese cóctel hormonal produce tales subidones de excitación y placer, que pueden llegar a ser tan adictivos como las drogas, de ahí que situaciones de peligro como los deportes extremos, películas de terror o relaciones con personas peligrosas puedan llegar a excitarnos sexualmente.
Además, al igual que la literatura o el cine de terror, el deseo por un criminal puede quedarse en una fantasía sin materializar, en un peligro no real… hasta cierto punto, porque algunas personas sí llegan a mantener relaciones afectivas y vis a vis con asesinos en serie, que en muchos casos, ponen en riesgo su vida; de ahí que la hibristofilia se considere una parafilia potencialmente letal, al igual que otras como la asfixiofilia, la cremastistofilia o la autasasinofilia.
Identificación con el lado oscuro
Los opuestos se atraen, pero también los iguales, de ahí que muchos seguidores de algunos criminales mediáticos, especialmente de los asesinos en serie, sean personas con características de la triada oscura (psicopatía, narcisismo y maquiavelismo) y/o deseen cometer crímenes como los de su ídolo. Un ejemplo claro de esto son Iria Suárez y Raquel Carlés, «Las Brujas de San Fernando», admiradoras de José Rabadán, conocido como el «asesino de la katana» (por haber asesinado a sus padres y hermana con este arma) al que habían enviado cartas a la cárcel, diciéndole, entre otras cosas, «Has conseguido hacer realidad algo que nosotras solo imaginamos». Por desgracia, dejaron de imaginarlo y en 2000 asesinaron a puñaladas a su amiga Clara María García Casado, porque querían saber qué se siente al matar a una persona.
Hibristofilia en los hombres
Si estoy usando el femenino para hablar de las personas con hibristofilia es porque esta parafilia es mayoritariamente femenina y apenas hay literatura científica sobre sus motivaciones. No obstante, algunas de las hipótesis son perfectamente aplicables (por ejemplo, la atracción por las femme fatale, impulsada por el «síndrome del salvador» o «síndrome del caballero blanco») y además puede añadirse otra: la de la dominación/sumisión del BDSM, ya que al igual que los macrófilos o fetichistas de los gigantes, muchas personas desean a criminales por la indefensión que sienten ante su poder,
Erotización del monstruo
En las últimas décadas, se advierte una creciente erotización de situaciones, escenarios y personajes criminales. Películas como Asesinos natos, series como Dexter, personajes como Jocker y Harley Quinn, novelas románticas o eróticas como 50 sombras de Grey o After romantizan y erotizan a los criminales y a los «chicos malos», perpetuando el tópico de que, en el fondo, son buenos y que el amor puede redimirlos.
No solo la ficción, también las series de True Crimes (Crímenes reales) y algunos periodistas se empeñan en mostrar a los criminales como si fueran admirables o, peor aún, víctimas de las circunstancias, invisibilizando a las reales. Es algo palpable en el biopic de Ted Bundy de 2019, titulado «Extremadamente perverso, escandalosamente malvado y vil», con un guapísimo Zac Efron, o la serie Dhamer, con Evan Peters en el papel principal, cuyo pecho desnudo fue viral en las redes; al igual que el de Daniel Sancho, repetido hasta la náusea en todos los medios (muchos amarillistas), que siguen el caso, idealizando al preso y despersonalizando a la víctima, al llamarlo «el colombiano, el cirujano» en vez de por su nombre, Edwin Arrieta.
De este modo, los supuestos profesionales perpetuan el «efecto halo» o «sesgo cognitivo que nos lleva a emitir juicios generales basados en una sola característica o cualidad de una persona, objeto o situación»; es decir, la opinión o percepción que tenemos sobre una persona basada solo en su apariencia, y que nos impulsa a creer que alguien atractivo físicamente tiene rasgos positivos y viceversa. Para muestra, un botón: según la investigación «Sesgo del atractivo físico en el sistema legal», del abogado Rod Hollier, cuanto más atractivo es un delincuente, menor es la condena que recibe. Es imposible que alguien tan guapo/atractivo/exitoso sea un criminal, ¿verdad?
Pero lo cierto es que es un estereotipo heredero de los estudios de César Lombroso, ya que muchísimos criminales son atractivos, tanto por su físico como por su personalidad, en especial los que presentan rasgos de la triada oscura, porque tienen una gran capacidad para seducir, convencer y deslumbrar (como los estafadores sentimentales). Una fachada luminosa que oculta una personalidad carente de empatía, egoísta, cruel, manipuladora, tóxica y, en muchos casos, mortal.
Por eso, algunos especialistas inciden en la importancia de dejar de idealizar a los criminales en los medios informativos, libros, documentales y películas de True Crime, y poner el foco en las víctimas.
También es de vital importancia que los escritores de ficción (en especial, de la romántica y erótica) dejemos de idealizar las relaciones tóxicas con maltratadores, de perpetuar el mito de la bella y la bestia, porque, en contra de lo que nos han hecho creer los cuentos de hadas, los monstruos no cambian.
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Fuentes
Katherine Ramsland. Women Who Love Serial Killers. https://www.psychologytoday.com/intl/blog/shadow-boxing/201204/women-who-love-serial-killers
Leon F Seltzer. Why Do Women Fall for Serial Killers?
https://www.psychologytoday.com/intl/blog/evolution-of-the-self/201204/why-do-women-fall-for-serial-killers
Rod Hollier. Physical Atractiveness Bias in the Legal System. https://www.thelawproject.com.au/insights/attractiveness-bias-in-the-legal-system