A pesar de la escasa calidad de sus producciones de burlesque/striptease y pseudodocumentales sensacionalistas, y de que apenas se disponga de información biográfica de él (salvo su nacimiento, en 1921), es indudable que George Weiss tuvo una gran influencia en el género de cine de explotación y en la creación de roughies de explotación fetichista, inspirando a otros productores y directores como Michael y Roberta Findlay, que se adentraron en el género con películas de sexploitation aún más extremas, como Body of a Female (1964), Take Me Naked (1966) y su trilogía Flesh. Repasemos su obra.
George Weiss
Cine de explotación o exploitation film
Aunque hay películas anteriores del cine de explotación o exploitation film, como la checa Éxtasis (1933), protagonizada por Hedy Lamarr, este género cobró una mayor importancia en EEUU a partir de la década de los 40. Las películas de explotación, independientes y de bajo presupuesto, trataban temas escabrosos, grotescos y perturbadores (según la moralidad de la sociedad de aquella época), como la violencia, las agresiones sexuales, el crimen organizado, la prostitución, las drogas, el juego y, claro está, el erotismo y las prácticas sexuales, al estilo de las revistas Pulp o Pulp Magazines, de las que se nutrían.
A pesar del Código Hays (1934), directores y productores sortearon la censura y el férreo escrutinio moral justificando sus películas de explotación como cintas educativas, aunque, claro está, su motivación era otra. Uno de ellos fue George Weiss, que produjo Test Tube Babies (1948), un largometraje en el que, con la excusa «educativa» de la inseminación artificial, mostraba escenas de desnudos y promiscuidad sexual.
Dentro del subgénero de los melodramas criminales de cine negro o policíaco, George Weiss produjo una serie de películas de explotación centradas en los bajos fondos y protagonizadas por Timothy Farrell (actor que aparece en Test Tube Babies) en el papel principal del delincuente Umberto Scalli: The Devil’s Sleep (1949), Racket Girls (también conocida como Pin Down Girls (1951) y Dance Hall Racket (1954), en las que las tramas (delincuencia juvenil, tráfico de drogas, apuestas y prostitución) eran una excusa para mostrar a mujeres ligeritas de ropa, strippers, bailarinas burlesque y, en especial, escenas de lucha libre femenina (de hecho, en Racket Girls actúan Peaches Page y Rita Martinez, dos conocidas luchadoras profesionales o lady wrestlers) y peleas de gatos (cat-fighting) populares en esa época y que tanto gustaban a Charles Guyette, el Padrino del arte fetichista estadounidense.
Las películas burlesque de George Weiss
George Weiss también admiraba las películas burlesque que proliferaban en aquellas décadas, gracias a artistas como Irving Klaw, por lo que produjo algunas cintas entre las que destacan Paris After Midnight (1951) y Baghdad After Midnight (1954). La primera, dirigida por Robert C. Dertano, trata sobre dos soldados estadounidenses que son arrestados en una cárcel de París después de una noche movidita en un hotel francés, que recuerdan a modo de flashback para lucimiento de las strippers y bailarinas burlesque, Tempest Storm (The Queen Of Exotic Dancers) y Flo Ash (Cuttest Little Nudist). Lo irónico es que, al igual que en la trama de la película, los miembros del rodaje (entre los que se encontraba Timothy Farrell) fueron detenidos en el set de filmación durante el transcurso de una redada policial contra el vicio.
En cuanto a Baghdad After Midnight (1954), dirigida por Phil Tucker (conocido por la película de ciencia ficción de serie B, Robot Monster, considerada un ejemplo de cine «tan malo que es bueno»), su rodaje, trama y actuaciones le hacen merecedora de un premio (si lo hubiera) a la mejor película de burlesque/striptease de serie Z.
El argumento trata de un hombre tonto (el cómico burlesco Wally Blair) al que un agente de viajes (Dick Kimball) envía al extranjero para visitar a un pachá y su harén. Tras la orden de «¡Acción!» del director Phil Tucker (que quedó en el metraje, ¡para qué cortarla!), se suceden 60 minutos de chistes malos, malabares en un motociclo y «¡Sirenas exóticas y sensuales lanzando un hechizo de amor oriental!», es decir, actrices y bailarinas burlesque (como Arlene Hunter o Mae Blondell) contoneándose en un decorado cutre que se cae a pedazos. Ni Ed Wood se atrevería a tanto.
Glen or Glenda
Hablando de Ed Wood, en 1953, George Weiss produjo Glen or Glenda, una de las primeras películas del que en 1980 ganó (a título póstumo) un Golden Turkey Awards al peor director de todos los tiempos. Weiss quería que la cinta tratara de manera ficticia sobre la cirugía de cambio de sexo de Christine Jorgensen, una actriz estadounidense transgénero, que había ganado notoriedad al ser considerada la primera artista (en realidad fue la segunda, la precedió la danesa Lili Elbe, en 1930), y Ed Wood le convenció de que él era perfecto para dirigirla, porque empatizaba con la problemática, debido a su propio travestismo
Sin embargo, Christine Jorgensen se negó a colaborar en la película, por lo que Ed Wood escribió un nuevo guion cuasi autobiográfico sobre su propia lucha (protagonizando al personaje de Glen/Glenda, con el seudónimo de Daniel Davis) y agregó material de archivo sobre la cirugía de reasignación sexual.
El resultado fue un alegato por la tolerancia (al narrar los obstáculos a los que se enfrentaron Glen/Glenda como travesti y Alan/Anne como transgénero) con cierto regusto a pastiche extraño y grotesco, por el papel de Béla Lugosi como el Científico (un personaje omnipotente que alecciona al espectador en un despacho decorado con esqueletos, calaveras, animales disecados y material de laboratorio) y la secuencia onírica añadida por George Weiss (en parte para llegar a los 70 minutos necesarios) con escenas en las que aparecen mujeres semidesnudas a las que atan, amordazan o azotan, como una advertencia a Glen sobre lo que el mundo y sus demonios pueden hacerle. «Tened cuidado con el dragón verde que se sienta en vuestros umbrales. Se come a los niños pequeños, colas de perro y caracoles grandes y gordos. Beware! Bewaaaaareeee!», advierte, Béla Lugosi, mientras un rugido de truenos y relámpagos acompaña a sus palabras.
Puedes ver la película en versión original aquí: Glen or Glenda
Sexploitation roughie
Las escenas incluidas por George Weiss en Glen Or Glenda pertenecían a otro proyecto del productor, inspirado en los bucles de las películas mudas fetichistas de Irving Klaw. Sin embargo, tanto estas escenas como las que Weiss realizó posteriormente carecían del encanto juguetón, alegre y glamuroso de «El rey Pin-up»; todo lo contrario. De hecho, Weiss fue unos de los precursores del cine Sexploitation roughie, en el que los protagonistas son psicópatas depravados que someten a las mujeres a prácticas violentas, sádicas y perversas, con su serie Olga.
Dirigida por Joseph P. Mawra y protagonizada por Audrey Campbell como la sádica esclavista, Olga, la serie de roughies compuesta por Olga’s House of Shame, White Slaves of Chinatown,
Olga’s Girls (las tres de 1964) y Mme. Olga’s Massage Parlor (1965) narra la historia de Olga, una cruel dominatrix que dirige una red de prostitución de esclavas blancas, que se ven sometidas a todo tipo de prácticas sadomasoquistas (en las que las tres reglas básicas del BDSM se omiten), que incluyen nalgadas, azotes, ponyplay y tortura sádica con dispositivos utilizados para controlar a las esclavas.
En Sinema: American pornographic films and the people who make them (1974), Kenneth Turan describe la serie de Olga a la perfección: «La American Film Distribution Corporation en Manhattan rodó tres de los Kinkies más violentos y vulgares de los años 60: Olga’s Girls, Olga’s Massage Parlor y White Slaves of Chinatown, todas ellas producidas por George Weiss y dirigidas por Joseph A. Mawra. La historia sádica de los esclavos blancos del barrio chino es típica: hay tortura con agua, esclavitud y azotes chinos; las mujeres son encerradas en cepos, golpeadas con mangueras de goma, colgadas de las muñecas, obligadas a soportar el dolor de un trozo de metal en la boca, atadas y atornilladas con el pulgar por Olga Petrof, una dueña de un burdel, y sus siniestros asistentes chinos».
En algunas de las escenas, un locutor narra en voz en off las operaciones del imperio criminal de Olga, con impostada seriedad, como si estuviera narrando un documental educativo, para eludir las leyes de censura, algo que ya había hecho Weiss en Test Tube Babies y en otra película dirigida por Joseph P. Mawra, Chained Girls (1965).
Chained Girls
Promocionada con el lema «Unnatural love of women for women! A daring film about lesbianism today! (¡Amor antinatural de las mujeres por las mujeres! ¡Una película atrevida sobre el lesbianismo hoy!)», Chained Girls (Chicas encadenadas) simula ser un documental sobre la impactante realidad del lesbianismo en la sociedad de aquella época, con supuestas imágenes de cámara oculta, datos presentados con alarmismo («¡El 40% de las adolescentes tienen deseos lésbicos y experiencias lésbicas! ¡El 24% de las mujeres solteras entre 30 y 35 años son lesbianas!») y un narrador (al estilo de los documentales sobre animales de la sabana, solo que en vez de decir «león» o «cebra», dice «lesbiana») que se pregunta «¿Quién y qué es una lesbiana? ¿Es el lesbianismo una enfermedad o un hecho natural? ¿El lesbianismo está reservado solo para unas pocas personas o es un hecho común? ¿Cómo viven las lesbianas? ¿Están contentas con sus vidas?».
Bueno, pues por lo visto: «Las lesbianas tienen sus variaciones de un grupo a otro. Están esas mujeres cultas y refinadas que se escapan a algún bar sucio para encontrar una mujer de aspecto vagabundo con la que hacer el amor. Algunas mujeres rompen sus hogares, abandonan a sus hijos por amor a otra mujer. Luego están las lesbianas adolescentes o baby butch. Deambulan por las calles de la gran ciudad en grandes pandillas que asaltan a todo el que se cruza en su camino. Algunas de las armas que utilizan van desde puños y tubos de plomo a cadenas. Muchas de estas muchachas terminan siendo drogadictas, alcohólicas y prostitutas. Independientemente de lo que haga la lesbiana o a dónde vaya, su vida es muy difícil. Ella, al igual que su contraparte masculina, lleva una vida muy solitaria y desesperada».
Y tanto que su vida es difícil, con decirte que la especie de las lesbianas inicia a sus víctimas en el lesbianismo con violaciones en grupo lideradas por una butch dycke que fuma en pipa, mientras el espectador se horroriza al ritmo de Tchaikovsky (que, por cierto, era gay)…
Pero no penséis que por mostrar desnudos es un exploitation film, para nada, es un «documental educativo» que culmina advirtiendo sobre algunas causas del lesbianismo (como miedo neurótico al matrimonio, miedo a tener hijos en el matrimonio y odio infundado a todos los hombres) y aportando una luz de esperanza: «las lesbianas pueden ser curadas».
Aunque lo cierto es que Chained girls no deja de ser un ejemplo perfecto de los lesbian exploitation films (en los se representaba el lesbianismo explotando los estereotipos y el morbo, para atraer al público) y un reflejo de una sociedad en la que las personas LGBTQ+ sufrían discriminación y represión. Solo por eso merece ser reseñado, la verdad.
Puedes ver la película en versión original aquí: Chained Girls
Última etapa en la cinematografía de George Weiss
The Peek Snatchers
En el mismo año que Chained Girls (1965), George Weiss produjo The Peek Snatchers, una película erótica de serie Z, dirigida por Joseph P. Mawra, que superó (increíble, pero cierto) a Baghdad After Midnight en surrealismo y cutrez.
La trama es simple: dos tipos con pocas luces descubren una pantalla que transmite imágenes desde un satélite que orbita el mundo. ¿Cómo resistirse a no utilizarla como peep show para ver mujeres en bolas? Dicho y hecho.
Y sí, efectivamente, lo has adivinado, la trama es la excusa perfecta para una comedia de explotación/ciencia ficción/burlesque/striptease por la que desfilan artistas burlesque reales, como Princess Ming Chu (Flower of the Orient), adorables strippers y encantadoras de serpientes. Ideal para mirones.
Olga’s Dance Hall Girls (1969)
Olga’s Dance Hall Girls es la última película reseñable de George Weiss y también la última de su serie Olga, aunque sus admiradores no consideren que forme parte de ella, no solo porque la actriz Audrey Campbell ya no represente el papel principal (algo que también ocurre en Mme. Olga’s Massage Parlor), sino porque su argumento se aparta totalmente de las anteriores («La malvada Olga y su sórdido compañero Nick reclutan amas de casa de los suburbios para un salón de baile que resulta ser una fachada para un grupo de swingers decadentes que albergan un secreto oscuro y mortal») y entre la narradora, los largos diálogos aleccionadores, los bailes sugerentes, la pelea de gatos y los sacrificios demoníacos, uno no sabe si está viendo sexploitation roughie o una película que fusiona todos los matices de la cinematografía de un Weiss demasiado cansado.
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