Frases de sexo

Citas célebres para entender mejor el sexo: Woody Allen (3)

«Algunos matrimonios acaban bien, otros duran toda la vida».

Woody Allen

Es un cachondo. No hay duda de que Woody Allen es una fuente inagotable de cómicas saetas en esto de describir las relaciones entre los sexos. Esta cita, en concreto, tiene mucha mala leche, independientemente de que verdaderamente la hubiera pronunciado Woody Allen o la hubiera puesto en boca de alguno de sus personajes. Pero, como sucede en muchas otras ocasiones, no tenemos constatación firme de que Allen o cualquiera de sus cinematográficas criaturas sostuviera eso en ningún momento.

En lengua castellana, la cita se repite una y otra vez atribuida al director, pero sin que ni una sola vez conste la referencia de en qué momento se realiza, mientras que en lengua inglesa no aparece mencionada la cita ni una sola vez. Ni una. Así que tenemos, por un lado que, según los hispanohablantes del mundo, Woody Allen lo dijo, pero no sabemos cuándo ni por qué lo dijo, mientras que entre los anglosajones nunca lo dijo. Ni él ni ninguno de sus personajes. Pudiera ser un problema de traducción, pero lo que suele pasar es que alguien atribuye al tuntún una cita ingeniosa a Allen (o a Churchill o a Picasso) y a partir de ahí todo el universo copia la cita y la autoría sin verificar nada. ¿Quién quiere un contenido pudiendo apropiarse de un buen titular?

Woody Allen y su relación con el matrimonio

De la relación de Woody Allen con el matrimonio sabemos algunas cosas, tanto biográficas como de citas o referencias que sí tienen la fuente constatada. Es conocido que Allen ha tenido tres matrimonios, de los cuales, el último, el que se concretó en 1997 con su hijastra Soon-Yi Previn, se mantiene. Sus dos relaciones afectivas prolongadas, con Diane Keaton (que apenas duró un año) y con Mia Farrow (que se alargó unos doce años), si tomamos la cita, «acabaron bien» pues no duraron toda la vida.

De la relación con Mia Farrow, todavía, casi treinta años después, se escuchan los tiros de la ruptura (extraña forma de acabar bien). Con relación a las citas constatadas tenemos algunas que parecen indicar ese poco apego hacia el matrimonio o, al menos, que haya habido un cambio de opinión que se hubiera producido tras iniciar su ahora longeva pareja. Por ejemplo: en la película de 1963, What’s New, Pussycat?, un acongojado protagonista sostiene: Marriage? That’s for life! It’s like cement! («¿Matrimonio? ¡Esto es para toda la vida!, ¡Es como cemento!») o aquella otra en la que otro personaje anuncia: I’ve had bad luck in my two previous marriages. The first wife left me, and the second did not («Tuve mala suerte en mis dos matrimonios previos. La primera mujer me dejó, y la segunda no»), aunque también otra de aparente signo opuesto pero cargada de dinamita: I’m very old-fashioned. I believe that people should stay married for life, like pigeons and Catholics («Estoy muy chapado a la antigua. Pienso que la gente debería estar casada de por vida, como las palomas y los católicos»). Sea como sea, independientemente de lo que pudiera opinar Allen sobre las relaciones afectivas de larga duración, lo cierto es que en su supuesta cita que aquí analizamos se expresa una idea muy extendida: que el tiempo acaba matando cualquier afecto, cualquier amor.

Análisis

Y eso es lo que vamos a discutir aquí. El paso del tiempo es un infalible agente de deterioro para el deseo (y para las rodillas), pero al amor, que tiene vocación de permanencia, lo vigoriza. Mientras aquel clama por la novedad, por la no repetición, por extinguir para seguir conquistando, este, el amor, ansía durar. Sucede que, así como algunas personas confunden el echar un polvo con amar indefectiblemente, otras, en un número excesivamente grande en lo cuantitativo, confunden el amor con el deseo, creen que cuando este desaparece aquel se extingue. Que cuando el deseo no dura indefectible ha sido porque el amor ha dejado de durar, ha desaparecido. Y eso, y hasta posiblemente Woody Allen hoy lo entiende, no es solo una confusión sino además la manera infalible de no llegar a amar nunca.

Porque amar es permitir el desarrollo en el tiempo de lo amado, es poner una piedra sobre la otra, reconstruir en continuo, aunque a veces el edificio amenace ruina, aunque siempre tengamos la vocación libidinal de construir un nuevo edificio sobre un nuevo territorio. Porque amar es la dura albañilería del reconstruir mientras que desear es el creativo diseñar los planos de una prometedora construcción.

Lo primero es una tarea, lo segundo un chute. «El amor dura lo que dura dura» (obviaremos hacer explícito lo que tiene que estar duro), será la máxima de todos aquellos aspirantes a amantes que creen que el sistema de validación y de calidad del amor está en la apetencia carnal por el cuerpo del otro, mientras que los amantes (que siempre son viejos porque amar es pasar tiempo amando) se acogen más a la observación de Paul Eluard: «El duro deseo de durar».

El poeta francés se refiere con esa precisa y certera observación que dio título a un poemario suyo, a que el persistir, el resistir, el sostener como vocación y propósito es en sí mismo un deseo y que ese deseo y no el de encamarse con todo hijo de vecino es el verdadero deseo del amor. Pero señala algo más: ese deseo de durar es «duro». Es farragoso, exigente, en ocasiones decepcionante, insatisfactorio y frustrante: la voluntad de sostenerse junto al otro es un trabajo duro. Pero un duro deseo que mientras está el amor, se mantiene por extenuante que resulte. Cuando la voluntad de permanecer amando al otro desparece, entonces sí desaparece el amor y no cuando uno abandona la apetencia de hurgarle en los genitales. Alain Badiou coincide plenamente en eso: para él, el amor es la construcción de un marco de sentido a dos en el tiempo que conlleva el deseo de resistir, con el otro, en el devenir temporal de la construcción de ese marco de sentido. Amar es algo que exige que surja la kriptonita del deseo: la familiaridad. Todo ello no significa, ni mucho menos, que para amar haya que resistir a toda costa cualquier cosa que del y con el otro emerja. Significa que cuando se pierde la voluntad de resistir se pierde la voluntad de amar. Y eso a veces es bueno, no solo bueno sino absolutamente necesario: amar a alguien no es una obligación impuesta desde los cielos y hay ocasiones en los que no se puede ni se debe habitar en una casa en ruinas.

Conclusión

Así que no, Woody, hay matrimonios que acaban bien y otros que no, hay muchos que duran poco o ni siquiera empiezan, para bien y para mal, pero el hecho de que duren toda la vida no es un inequívoco sinónimo de que hayan sido un mal. La cita, en cualquier caso, consigue lo que pretende: raptarte una sonrisa.

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