Cuando éramos adolescentes, o al menos cuando yo lo era, muchas llenábamos las carpetas –propias y ajenas– de citas sobre el amor. Una de las más repetidas era, sin duda, esa de «Amar es no tener que decir nunca lo siento».
Sigue leyendo…
«Amar es no tener que decir nunca lo siento»
Una frase que, de hecho, es una de las citas más míticas del cine, y de paso de la literatura, gracias a la novela y película Love Story. Una frase que parece bonita y que, de tanto repetirse, hay quien acaba creyéndosela y tomándola al pie de la letra.
Pero ¿puede y debe existir una relación de pareja de verdad en la que nunca se diga «lo siento»?
Un amor idílico pero poco realista
La frase puede tener diferentes interpretaciones. De hecho, los actores de la película declararon no tener claro el significado de la misma.
Quizá, a la que se refiere el texto de Love Story es que no es necesario pedir disculpas porque la otra persona ya asume que no hace falta, que está de más. Algo que también es un error que puede causar más de un problema y que no deja de ser un mito o una idealización. La otra es que realmente esperemos que no se den situaciones por las que haga falta disculparse.
¿Pero qué tipo de persona no se equivoca jamás? Una persona que idealizamos y que ponemos en un pedestal es una persona que irremediablemente acabará decepcionándonos. Porque nunca estará «al nivel». ¡Como si nosotros mismos pudiéramos estarlo!
Las peleas necesarias
Detrás de la frase «Amar es no tener que decir lo siento» hay otro gran mito. El de que «las parejas que se quieren y que están bien no se pelean».
Así, cuando una pareja pelea en público, aunque nadie se atreva a decir nada, se produce una sentencia social. La de que esa pareja ya no es la pareja perfecta porque pelear es síntoma de debilidad. ¿No será todo lo contrario?
Que dos perdonas peleen significa que ninguna de las dos ha perdido ni su individualidad ni su criterio. También significa que no tienen miedo a exponerlo al otro. Pelear supone que te importa la opinión del otro, al menos, lo justo para que quieras que te dé la razón.
Las parejas que no pelean no siempre lo hacen porque estén de acuerdo en todo. A veces, simplemente es porque uno sucumbe a las decisiones del otro. O porque ya no les importa lo que la pareja pueda pensar o dejar de pensar. Un síntoma que podría interpretarse como estabilidad, en el fondo, puede ser todo lo contrario.
Pelear también es emocionarse, acalorarse e incluso excitarse. Es dejar, sin que se vaya de las manos, que las emociones fluyan y no se queden siempre encorsetadas y enquistadas. Es subir el tono y, a veces, es también dejar que fluya el necesario llanto. Es sentir, al fin y al cabo.
El amor duele (lo justo)
Otra de las ideas que se esconde tras esta frase icónica del cine es otro de los grandes mitos románticos: que el amor no duele. Otra falacia.
Por supuesto, la frase «si duele no es amor» se refiere a los amores tóxicos, dañinos e incluso a los amores violentos que duelen en lo emocional o en lo físico. Amores que no deberían llamarse amor, sino dependencias venenosas.
Pero lo cierto es que tener una relación de pareja no siempre es divertido y, por muchas situaciones, puede volverse doloroso.
Duele cuando la otra persona está lejos y nos supera la distancia. Duele cuando la otra persona lo pasa mal y no podemos hacer nada por evitarlo. Duele cuando la relación empieza a verse perjudicada por factores externos y no sabemos cómo arreglarlo.
Y duele cuando la otra persona se equivoca. Por ejemplo, teniendo sexo con un tercero en discordia. Aunque eso no signifique que haya dejado de querernos.
La dificultad del perdón
Disculparse con la persona amada supone un esfuerzo. A nadie le gusta reconocer que se equivoca, que ha hecho algo malo o que la otra persona tenía razón y no le hicimos caso. Pero el amor, precisamente, es el mejor motivo para decir “lo siento”. Pedir perdón es mostrar cuánto te importa la otra persona.
Pero perdonar es aún más difícil si cabe. Porque una cosa es dejarlo pasar, olvidarlo y hacer como que nunca ha pasado y otra, muy diferente, es asumir que la persona que queremos no es perfecta, al fin y al cabo. Y aun así, seguir queriendo estar con ella.
Quizá el amor sea también un aprendizaje. Un equivocarse pare reinventarse y hacerlo mejor, porque el objetivo a conseguir merece la pena. Un perdonar, si la persona que erró nunca lo hizo pensando en hacer daño, claro. Un camino en el que tropezar, pero ser capaz de levantarse, si alguien nos tiende la mano.