No olvides nunca que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos. O. K. Bernhardt, escritor alemán
«Sí, puede ser muy majo, pero si no te entra por los ojos…». Esta frase es una de las que más hemos oído en torno a la atracción sexual. Y es que aunque sepamos que para que salte la chispa influyen muchos factores, la primera impresión y el sentido de la vista siguen siendo determinantes.
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«El primer beso no se da con la boca…»
Decía el escritor alemán O. K. Bernhardt otra frase mucho más poética, pero igual de sabia: «No olvides nunca que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos». Y es que antes de que suceda ese primer beso que nos haga pensar si puede haber algo más entre nosotros, lo cierto es que ha tenido que existir una atracción sexual previa para llegar al mismo.
Puede que en un primer beso sepamos si hay una conexión, pero en un primer vistazo sabemos si hay o no alguna puerta abierta, aunque sea solo la del dormitorio.
La importancia de la primera impresión
Por mucho que la opinión que tenemos sobre una persona pueda cambiar a lo largo del tiempo, lo cierto es que nos guste más o nos guste menos, la primera impresión siempre tendrá su importancia.
En psicología se conoce como «efecto halo» al hecho de atribuir unas cualidades positivas o negativas a una persona, según la primera impresión que nos causa y principalmente a través de su físico.
No se trata solo de ser más o menos atractivo, que también, sino incluso de analizar lo que tenemos en común con esa persona por su vestimenta, corte de pelo, el tipo de maquillaje que usa o los complementos que lleva. Alguien con muchos tatuajes, con un traje de oficina o portando un libro o una revista de moda ya nos está diciendo algo de sí mismo, sin abrir la boca. Aunque quizá nos equivoquemos interpretando ese mensaje…
La cuestión no es tanto la primera impresión que nos provoca la otra persona, sino cuál será nuestra actitud en función de la misma. Si nos hace estar distantes, será más difícil que surja química entre ambas personas. E incluso podemos ser nosotros los que acabemos provocando una mala impresión en el otro.
Otras formas de atracción
Pese a la importancia del factor físico, es obvio que hay otras cuestiones a tener en cuenta. No se trata solo de pensar que «la belleza está en el interior», sino de entender que hay otros caminos para sentirse atraídos por una persona.
Se denominan como personas «sapiosexuales» aquellas que se sienten atraídas más por la parte intelectual que por el físico del otro. Es decir, que aunque una persona les pueda resultar muy guapa o atractiva, para irse a la cama, necesitan una mayor conexión intelectual que suba de intensidad la llama del deseo.
A veces pasa que tenemos una primera cita y, aunque esa persona inicialmente no sea nuestro tipo, la conversación se torna tan interesante que a lo largo de la noche, por alguna razón, parece que se incrementa su atractivo. Y en consecuencia nuestro deseo.
Otra definición relacionada con la atracción sexual son las personas que se sienten «demiseuxales», es decir, que más que una conexión física, necesitan de una conexión emocional previa. En este caso, por muy atractivo que sea el otro, ha de hacerte sentir algo más para dejarte llevar.
Sería algo así como acabar sintiéndote atraída por tu mejor amigo, aunque inicialmente no te hacía sentir esas cosas. Pero ya se sabe, el roce hace el cariño y el cariño hace el roce.
La genética del primer beso
Sea el motivo que sea el que nos ha llevado a ese primer beso, será entonces cuando realmente decidamos si hay algo más.
Puede que sea alguien que ya está en nuestra vida y que nos atrae desde hace tiempo (por su físico, su inteligencia o nuestra conexión afectiva) o una primera cita que parece que ha fluido bien a lo largo de la noche. Pero la primera vez que nuestros labios se rozan es cuando sabemos si se produce ese «no sé qué» que hace revolotear las mariposas en nuestro estómago; si se produce un repelús que nos hace tener claro que no habrá postre o simplemente nos deja indiferentes.
Se dice que el beso es una evolución o algo similar a que los animales se huelan para saber si su pareja es o no la adecuada. De esta forma, en el beso percibiríamos (puede que a través de las feromonas) si esa pareja es compatible (no a nivel químico, sino más bien genético). Por eso, cuando nos damos un beso y hay algo que no fluye, nuestro cuerpo nos avisa de que nuestra descendencia no sería buena.
De esta forma, con tantos caminos, tantos filtros y, en el fondo, tantos prejuicios, parece casi magia cuando el milagro ocurre. Cuando dos personas se miran y se encantan, se conocen y se encandilan, se besan y tienen claro que ese es el inicio de un algo más; ya vaya a ser una aventura o una historia de las que perduran.