¿Por qué los diseñadores de castillos hinchables de las ferias solo piensan en los niños? ¿Por qué no hay atracciones para mayores, con hinchables en forma de verga o de vulva? Esta es la crónica y su disertación sobre una feria veraniega.
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Imagen publicada en HAY NOTICIA
Confieso que he ido a varias ferias populares este verano: sí, flageladme, me gustan las fiestas de los pueblos (ya os conté mi aventura en la puxa de San Cayetano en Galicia) y quien dice fiesta dice ferial o como dirían en mi tierra, «los cacharritos», que por qué los vas a llamar los autos de choque cuando puedes decir «los coches chocones», que es mucho más bonito y tiene mejor lírica. La claridad de habla de los extremeños me fascina, qué queréis que os diga.
Pero sigamos con las ferias: como MILF que soy me debo a mis herederas y la pequeña reclamaba, como es lógico, días de playa y noches de atracciones populares. Yo iba a regañadientes porque si bien me gusta más una verbena y una paella popular que un lápiz a un tonto, lo de ir a los cacharritos no me ha molado nunca, pero nunca, ni cuando era teen. Es más, aún recuerdo cuando con 13 años subí una vez en la noria de mi pueblo en unas ferias, que se vienen siempre celebrando en junio, y nunca mais: con una me bastó.
Cuando hacía la carrera (la carrera del galgo, añadiría mi padre) también iba por los feriales de Salamanca y recuerdo unas en las que me reí mucho, pero muchísimo: resulta que una noche en cuestión nos fuimos al ferial, en concreto, al barco Pirata. Yo, poco amante de estos traqueteos, dije tajantemente que ahí no me subía ni harta de vino y un amigo comentó lo mismo y nos quedamos abajo, cruzados de brazos, dispuestos a disfrutar del espectáculo. Los demás, que iban borrachos como cubas, subieron con ímpetu al barco y la calma duró lo que dura el primer movimiento hacia un lado: todo iba bien pero en cuanto la nave se movió al lado contrario, mi grupo de amigos empezó a vomitar todos a una y el vómito caía directo, la gravedad es lo que tiene, sobre los del otro lado de la atracción, los que estaban en la jaula. Aquello fue una lluvia de vómitos coral, porque vomitaban todos y nosotros desde abajo muertos de la risa. En efecto, las atracciones al final no tienen precio, sobre todo si las disfrutas desde la barrera y estando relativamente sobria.
En el ferial de este verano estaban los consabidos coches chocones en los que yo me subo y me convierto en una conductora agresiva, una atracción que se llamaba Superman en la que salías disparado hacia el espacio exterior metido dentro de una bola (12 euritos valía el viaje, me reitero, yo, ni aunque me paguen…), el clásico tren de la bruja y los castillos hinchables. Me apena mucho que no estuviese el castillo hinchable en forma de coño que, al parecer, pusieron en Valencia hace unos años y que tenía forma de coño porque oye, las atracciones son para los niños pero las pagamos las madres y los padres (y bien caras que son, que se nota la inflación también).
Yo solo digo que, a lo mejor, estaría bien algún diseño que fuese más allá de Bob Esponja y de Patricio, no sé, algún accesorio en forma de buena verga que vibrase un poquito cuando rozases por allí tus partes, por ejemplo. Es verdad que la imagen que aquella atracción en forma de vulva dejaba mucho que desear, a tenor de las fotos que he visto, pero porque estaba mal hecha no porque un coño no sea bonito, ojocuidao. Buceando en la hemeroteca sobre tan curioso acontecimiento, leo que un padre, pongamos que se llamaba Leocadio, por ejemplo, se quejaba de que «era muy desagradable ver a los niños saliendo una y otra vez de ese coño». Pues a ver, querido Elocadio, de dónde narices piensas que salieron tus hijos, a ver si crees que de debajo de una col o que los trajo la cigüeña de París. Ese padre se hubiera merecido un buen squirting, al más puro estilo el chorrazo del programa de Joaquín Reyes, justo en el momento en que fue a quejarse del hinchable. Es que lo veo: el señor yendo a poner una queja a la caseta y recibiendo en ese justo momento un río de líquido saliendo del enorme coño que venía de escupir a sus hijos previamente. Como el que recibieron los que estaban enfrente de mis amigos borrachos en el barco Pirata . Toma chorro en toda la boca, por bocazas, precisamente.
Los responsables de la atracción se vieron obligados a desinflarla, que quedó todo colgandera después, y se defendieron diciendo que aquello no era un coño, sino un barco pirata, y es verdad, en su defensa diremos que justo en la zona del supuesto monte de Venus se distingue una bandera pirata… Nunca sabremos si esa bandera estaba ahí por tratarse de un coño indómito o porque, en realidad, era un barco pirata cutre.