No hace falta presentarla. La bilbaína Espido Freire es una escritora consagrada de la narrativa española, desde hace muchos años. Acaba de publicar un ensayo sobre Teresa de Jesús, Para vos nací, y también se ha atrevido a leer sus propios versos sobre sexo en el mítico teatro Alfil, en el romántico barrio de Malasaña. Hablamos con ella sobre lo místico de la escritura y lo público de representar la vida en poemas sexuales.
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Fotografía: Javier Jimeno © (Espido Freire en Versex, teatro Alfil, 12 de enero de 2016)
Volonté (V.): Hace poco, circulaba un meme que decía que el bloqueo de escritor ocurría cuando los amigos imaginarios se negaban a hablar contigo. Desde luego, hay algo de verdad (por no decir que es completamente cierto) en aquello de la soledad de los escritores, sin distinción de sexos (¡ni de géneros!). Y es que para escribir una novela, hay que pasar muchas horas a solas, con muchas conversaciones y voces internas.
Espido Freire (E.F.): Sí, aunque el concepto de «muchas» varía, según el escritor y su manera de escribir. Hay quien necesita soledad completa y quien es un cronista social que, prácticamente, transcribe lo que oye. En mi caso, sobre todo, dedico mucho tiempo a pensar sobre la novela y su estructura, y no tanto en la redacción. Por otro lado, a eso nos dedicamos.
V.: También hace poco, Houellebecq confesaba en una entrevista que el escritor tiene que renunciar a muchos placeres cotidianos. Bueno, lo decía en su estilo, a modo lapidario “Tiene que renunciar a vivir”. Pero no nos confundamos, no es así de triste. No es que quien escribe no salga de casa, el problema es que cuando sale, solo piensa en escribir lo que ha visto u oído, lo que ha olido o pensado, lo que le han contado, o los millones de sensaciones que ha recibido en el instante en que este, esa o aquel, acarició levemente su mano, cuando le dejaba una copa de champán con la que brindar por la esperanza del verde boreal; que el cielo ofrece en la villa donde quiere pasar sus últimos días.
En resumen, la escritura conlleva un proceso de aislamiento y, bien sea el mismo, bien lo preceda, un planteamiento existencial, contingente o metafísico. En este sentido, todos los escritores son místicos.
E.F.: Bueno, bueno, bueno, eso tiene mucho de pose y de exageración. Y si alguien vive así, tiene serios problemas, desde luego, no relacionados con la creación ni con la literatura. Ni comparto esa visión, ni me gusta fomentarla. De los escritores que conozco, ninguno, si es sincero, se comporta de esa manera.
V.: ¿Qué tiene Espido Freire de explícita?
E.F.: Soy sincera en mis respuestas, y muy dada a la desmitificación. No soporto determinadas hipocresías, ni tampoco ciertas tonterías. Eso puede hacer que parezca demasiado franca, o incluso arrogante, pero lo prefiero de esa manera. Quien desee conocerme mejor tiene los libros, las conferencias, mi Instagram, mi blog que muestran facetas distintas pero auténticas de mi vida y mi pensamiento. A quien no le interese, bastante tendrá ya con lo que lea en entrevistas o vea en programas, y quizás le sobre.
V.: ¿Qué tiene Espido de mística?
E.F.: Mucho, más de lo que a primera vista podría parecer. Necesito un contacto con lo infinito, con aquello que puede superarme o incluirme, que no es, necesariamente, un impulso religioso. Creo que puede resumirse en que no creo que el mundo acabe en mí y mi experiencia, sino que existen formas de sentirse parte de un todo.
V.: ¿Qué encuentras en común con Teresa de Jesús?
E.F.: Somos escritoras, escribimos en español, no nos importa medirnos con las adversidades, hemos sufrido padecimientos mentales, y somos emprendedoras que creemos en las mujeres. Mucho más de lo que en un principio creía, cuando comencé a escribir sobre ella, y lo que me atrajo fue su personalidad, su fuerza y su talento.
V.: Bueno, ahora sí: Versex, versos de sexo explícito.
Dicen que la metafísica consiste en mirar la realidad por una mirilla; narrar lo que se ha observado con filtros, protegidos desde el hogar. Si dijésemos lo mismo de las metáforas poéticas, y lo aplicamos a Versex, daría la sensación que hemos abierto la puerta para que la mirilla sea el foco que nos alumbre en un pasillo, donde nos representamos desnudos…
¿Viste más el pudor o el éxtasis?
E.F.: El éxtasis. Es infinitamente más vistoso. Hasta ostentoso, en ocasiones.
V.: En el éxtasis, ¿se desnuda más el poeta o el verso?
E.F.: El verso siempre está desnudo. Si no, no es verso, es otra cosa.
V.: ¿Qué encuentras de poético en el sexo?
E.F.: Muy poco. Por eso hay que escribir sobre ello, para explicarlo y para detenerlo en la memoria. De otra manera, resulta tan inmediato y absorbente que la mente creadora tiene poco que aportar. Gran parte del sexo ocurre antes o después, contado y recontado a través de la palabra, y eso forma parte, desde luego, de la educación y de la experiencia sexual.
V.: Pero, Versex va más allá: estamos hablando de una representación en la que la poesía desnuda al verso de su memoria mística. En cierto sentido, cual teatro griego, se podría interpretar como una máscara transparente con la que mostrar a los ciudadanos los extremos de un habla coartada por la vergüenza de lo privado y la desvergüenza de hacer público lo íntimo.
¿Hay límites en la narración de la vida, en la prosa o el verso sexual?
E.F.: El que cada uno se ponga, como en casi todo. Lo explícito no es necesariamente más transgresor, ni lo obvio más grosero. Un escritor debe ver dónde se detiene su palabra y su pensamiento, y dar un salto para vencer ese hueco, si de verdad desea hacer algo novedoso. Otra cosa es que, ni aún así, con ese esfuerzo, sorprenda o transgreda. Nos enfrentamos a públicos muy baqueteados y a los que no resulta fácil no ya sorprender sino tan siquiera no aburrir.
V.: ¿Qué significa ser elegante?
E.F.: Callar cuando hay que hacerlo, y hablar cuando resulta necesario. Es una materia más relacionada con el gesto y la intención que con la palabra.
V.: ¿Qué crees que ha encontrado la gente en Versex?
E.F.: Desearía que encontrara una propuesta distinta, y una forma de reflexionar sobre el sexo y la literatura poco habitual. Que se ría y que se conmueva. Y que lo recuerde. Eso ya sería mucho.
V.: Ya que todo esto va de explicitar deseos, tenemos una última pregunta:
¿Cuándo nos vas a regalar un relato o poema erótico para el blog?
E.F.: Lo sexual no es erótico si no se hace de rogar…