Hace apenas unos días, Emerald Fennell, ganadora de los premios Oscar, WGA y BAFTA al mejor guion original por Promising Young Woman, fue entrevistada en el medio Deadline con ocasión del estreno de Saltburn, su segundo largometraje. A la pregunta de «¿Cuál es el proyecto de tus sueños?», Fennel contestó que, a pesar de haber tenido mucha suerte al materializar todos sus proyectos soñados, como su película favorita era Jurassic Park, aún le quedaba uno pendiente: rodar un drama doméstico con tintes eróticos, sobre el matrimonio entre un hombre y un Velociraptor. Todos opinan que el comentario de Emerald Fennell era irónico, pero considerando el éxito del porno con dinosaurios y los dildos que imitan a sus penes, yo no pondría mi mano en el fuego de que la guionista no vaya en serio.
Sigue más abajo…
El morbo de los dinosaurios
One Million Years B.C. (Hace un millón de años) ha pasado a la historia como una de las películas más eróticas del séptimo arte, a pesar de que la trama se desarrolla en el Paleolítico. Este remake de One Million B.C. superó con creces a su predecesora gracias a una bellísima Raquel Welch, que paseó sus sugerentes curvas por los parajes volcánicos de las Islas Canarias (un saludo a mis queridos conejeros), embutida en un diminuto bikini. Y no lo digo yo, lo decía la publicidad de la época, que anunciaba la cinta con frases como «See Raquel Welch In Mankind’s First Bikini! (¡Vea a Raquel Welch con el primer bikini de la humanidad!)», «Discover a savage world whose only law was lust. (Descubra un mundo salvaje cuya única ley era la lujuria!)»
¿Lujuria en una película en la que los hombres de las cavernas se daban de pedradas entre ellos y morían devorados por dinosaurios? Pues sí, lujuria a raudales, sobre todo en la escena en la que un Pteranodon y un Rhamphorhynchus combaten a muerte por una Rachel Welch indefensa y semidesnuda.
De nada sirvió que se alzaran las voces de los expertos explicando que entre la extinción de los dinosaurios y la aparición del Homo sapiens habían pasado nada más ni nada menos que 65 685 millones de años. One Million Years B.C. fue un éxito de taquilla y dio paso a una serie de películas basadas en «las mujeres de las cavernas» con poca ropa y muchos problemas con bichos antediluvianos. En concreto, Slave Girls (1968), When Dinosaurs Ruled the Earth (1970) y Creatures the World Forgot (1971).
Podríamos pensar que acertar con la temática fue un golpe de suerte o genialidad del director, pero lo cierto es que antes de 1966 muchas revistas Pulp, como Amazing Stories, exploraban el erotismo de la combinación mujer/dinosaurio. Amazonas que cabalgaban sobre Nedoceratops, heroínas que luchaban contra un Velociraptor, damas indefensas a las que un heroico aventurero rescataba de las garras de un Tiranosaurux rex… Pura fantasía heroica y húmeda.
El porno dinosáurico domina la Tierra
Aunque el género experimentó un claro declive a finales del siglo XX, ha resurgido con fuerza gracias a la fusión con otro que lidera las búsquedas de porno online: el hentai Shokushu goukan (o sexo con tentáculos). Series y animes como Jurassic Series, Raptor of Ruin, Dino Crisis o Claire Indominated, en las que las protagonistas disfrutan del sexo dinosáurico, tienen legiones de seguidores. Y no solo la animación con animales «reales», también los cortos en los que dinosaurios de dibujos animados o videojuegos como The Land Before Time (En busca del valle encantado) o Super Mario Bros, se lo montan entre sí o con humanas.
Y como no podía ser de otro modo, también hay consumidores de juguetes sexuales que emulan los falos de estos animales extintos. La oferta es variada. Dildos, plugs anales, succionadores de clítoris, strap-on… con textura rugosa, espinas flexibles y escamas violaceas. Todo un mundo. Incluso hay marcas especializadas, con modelos de vergas de Karongasaurus, Kritosaurus, Guanlong o Diceratop.
Curiosamente, las pollas más vendidas no son las de los Pteranodon y Rhamphorhynchus de Rachel Weltz, sino la del Tiranosaurux rex. Mi favorito es el consolador realista T-Rex Dick, no tanto por sus 20×5 centímetros de espinosa rugosidad, como por su frase publicitaria: «¿Quieres sentirte como una bestia? Horas de investigación por parte de nuestro equipo de arqueólogos lo han hecho posible. Una réplica de una polla T-REX para tu propio placer sexual. La superficie sin suavizar de T-Rex Dick -Consolador de dinosaurio- añade algunos estímulos adicionales».
¿Horas de investigación de vuestro equipo de arqueólogos? Pues publicad el hallazgo en el National Geographic, vais a ser más famosos que el Indiana Jones, porque no se ha encontrado ni un solo pene de dinosaurio fosilizado. ¿Y qué es eso de «realista»? Si los especialistas (los de verdad, no los de tu marca) dicen que la polla de un T-Rex debía de medir unos 180 centímetros…
Por otro lado, os confieso que no entiendo tanta fijación erótica con este bicho. ¿Cómo vas a poder follar con él? No me refiero al peligro de que te devorara (literalmente), sino a que medía más de 15 metros de largo, 4 de altura y pesaba más de 10 toneladas. Como follarse a un autobús. Y con esas manitas ridículas y esa hilera de dientes afilados, olvídate de caricias y sexo oral. Un aburrimiento.
Yo estoy con Emerald Fennell, mejor un Velociraptor. Es verdad que las garras con forma de hoz limitan mucho los juegos sexuales, pero su tamaño es más manejable. ¿Que estos dinosaurios eran muy grandes en Jurasic Park? Ya, pero es porque Michael Crichton se inspiró en un Deinonychus. El Velociraptor era más pequeño, unos 0,5 metros de altura, 1,8 de longitud y 16 kilos; por lo que su polla mediría… pues eso, lo ideal. Pero nada, dificilísimo de encontrar. Solo he visto un dildo de silicona con la forma del dinosaurio, o sea, del cuarto superior del bicho, con el glande emulando su cabeza. Y encima Squirting. Quita, quita.
Lo mismo le propongo al equipo de LELO que diseñen un dildo de Velociraptor. Gama Jurasic World. Ya lo estoy viendo. Aunque, puestos a pedir, quiero uno de la de Chris Patt. Menudo regalo de Navidad.