En el artículo anterior, hablé sobre la complicidad íntima en pareja y de cómo el placer sexual está directamente vinculado a la comprensión mutua de los deseos eróticos individuales. También, expresé la idea de que es imposible aplicar un sistema que valga para todas las relaciones, pues cada una es tan única como los individuos que la componen. Pero lo que sí podemos y sugiero hacer es acoplar tres conceptos para ser cultivados en las relaciones amorosas, con el propósito de lograr una complicidad intima que las conduzca a eso que llamamos plenitud sexual. Son tres sencillos ejercicios que sirven de mimbres del placer sexual en pareja. ¿Os atrevéis?
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Sin intimidad en la relación se corre el riesgo de caer en el desinterés y la insatisfacción. Pero la intimidad no es solo estar juntos a solas, es comprender por qué se disfruta al estar juntos y a solas. Ese disfrute puede darse de forma totalmente ilusoria si no se ha profundizado en los deseos (en los de verdad) del otro. Esto es, puede que no queramos decirle a nuestra pareja lo que realmente nos excita (o nos excitaría probar) por miedo a romper ese velo de convencionalismos, que es más bien un muro de hierro y, con el tiempo, una losa de piedra con la que cargar a cuestas, y a expensas de nuestra relación.
No nos confundamos, cultivar el deseo no nos va a proporcionar interés y satisfacción perpetuos, pero sí nos va a dar las herramientas para solventar nuestras decaídas, que, de otro modo, supondrían rupturas sentimentales o constantes desavenencias. Cuanto más se aprenda sobre el deseo erótico de nuestra pareja, y ella del nuestro, habrá mayor complicidad para dar y obtener los placeres sexuales que anhelamos. Es decir, sabremos cómo responder a la pregunta «¿Por qué disfruto sexualmente con mi pareja?».
Pero ¡cuidado! Eso de hablar sobre los deseos eróticos no solo no es fácil, sino que puede que encontréis cosas que no os gusten. Este es el riesgo de querer conocer a vuestra pareja de verdad. En cualquier caso, respetar su persona es también aceptar sus anhelos (siempre y cuando estos no sean de inaceptables por violentos), aunque no sean compartidos. Por eso, el cultivo del deseo erótico se tiene que acompañar por con aprecio y confianza.
3 ejercicios esenciales para el placer del sexo en pareja
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Cultivar la empatía en los deseos
El deseo erótico nace de la atracción que sentimos por el otro. De una manera resumida y sencilla, son esas ganas que tenéis de compartir y realizaros sexualmente con esa persona que os atrajo. Eso se entiende sin esfuerzos, pero seguimos desconociendo cómo es su deseo. ¿Podríais escucharlo?
Ver es entender, escuchar es comprender, así que intentemos saber qué dice su cuerpo, cuáles son las reacciones mientras se comunica sensualmente con el nuestro.
Ejercicio #1: «El sentir de tu pareja»
Desnudos y tumbados sobre la cama, cada uno pone la palma de la mano sobre el vientre del otro y cierra los ojos. Simplemente hay que esperar a que los ritmos respiratorios se acompasen, sin forzarlos, mientras cada uno piensa eróticamente en el otro, reproduciendo imágenes y secuencias sexuales en su cabeza. No consiste en contenerse, sino en entender el sentimiento sexual, así que el ejercicio puede tener el final feliz al que vuestras pasiones os guíen.
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El aprecio en el reconocimiento del otro.
El aprecio suele funcionar como presunción; creemos que los demás saben cuánto les apreciamos. Damos por sentado que saben de nuestra satisfacción por su presencia, y nos ahorramos expresarlo directamente u omitimos reconocerles lo especial que es tenerlos en nuestras vidas.
No se trata de decírselo en cada instante, pero, de vez en cuando, podéis reforzar o generar un agradable espacio de comprensión mediante la expresión del aprecio. Lee este breve ejercicio de John Stevens, extraído de su obra El darse cuenta.
Ejercicio #2: «El aprecio por tu pareja»
Sentados el uno frente al otro, consiste en que alternéis frases en las que expreséis por qué apreciáis al otro. Cada frase debe comenzar por un «Yo aprecio», y ha de continuarse con más detalles del porqué. Esto no suele resultar sencillo, por lo que un buen truco es recurrir a ejemplos, para que vuestra pareja entienda mejor los motivos por los que la aprecias. Y si la mente se queda en blanco, no os preocupéis, simplemente decid «Yo aprecio» en voz alta, y dejad que los sentimientos fluyan para seguir con la descripción.
Para que el ejercicio sea completo, lo mejor es tomar nota de cada una de las razones por las que os apreciáis. De este modo, una vez que se haya concluido, podréis releerlas y expresar qué sentisteis cuando las confesasteis.
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La confianza en la comunicación
Generar una buena comunicación cuando se tiene confianza es relativamente sencillo, el proceso inverso es el complicado. Además, la confianza tiene sus grados y direcciones. Por decirlo de una manera simplista, hay gente en la que confiamos para hacer negocios, pero no para compartir nuestro tiempo de ocio; al igual que hay personas con las que nos lo pasamos bomba, pero no querríamos tener como colegas de trabajo. La cuestión es que la confianza también se trabaja, y se debe trabajar porque es muy frágil; cuesta mucho ganarla, y se pierde en el instante más inesperado.
Probemos con otro ejercicio un poco más complejo.
Ejercicio #3: «El darse cuenta»
Con los ojos cerrados, pensamos en los 3 secretos (pueden ser referentes al sexo o no) que menos nos gustaría revelar a nuestra pareja; las cosas que creemos que causarían un daño irreparable en la relación. Ahora, hay que intentar comprender qué ocurrió en nuestro foro interno, respondiendo a las siguientes preguntas:
¿Qué cosas hemos rechazado como secretos?
¿Cómo nos sentimos con respecto a esos secretos?
Una vez (auto) respondidas, tenemos que imaginar la reacción de nuestra pareja mientras contamos las 3 cosas que no queremos que sepa. Y, una vez que nuestro imaginario ha reproducido la escena, volvemos a abrir los ojos (si nuestra pareja aún los tiene cerrados, esperamos en silencio a que termine su proceso).
Ahora, se trata de explicar cómo hemos imaginado la reacción del otro, diciendo «Si te cuento mi secreto nº 1 tú…». Tras haber descrito su imaginada reacción hay que explicar en qué nos beneficia mantenerlo, y también lo que creemos perder al no desvelarlo.
Nota: debemos tener en cuenta que, durante este proceso, vamos a sentir muchísimas cosas nuevas, y son importantes para entendernos mejor. Ante estas, nos tenemos que hacer preguntas del tipo: ¿Estoy declarando hechos? ¿Me estoy disculpando? ¿Me estoy jactando o estoy seduciendo?
Una vez que se han terminado de explicar los pros y contras de revelar el secreto, tenemos que forzar un poco y jactarnos, alardear de nuestra habilidad para mantenerlos ocultos, e inmediatamente, preguntarnos: ¿Cómo me siento con respecto a los secretos que mi pareja me mantiene ocultos?
Normalmente, se siente la desazón por revelar, al menos, uno de nuestros. Si nos sentimos inclinados a correr el riesgo, hagámoslo y veamos cómo reacciona nuestra pareja, y comparemos el efecto real con la situación que imaginamos.
Nota: no se trata de contar todos nuestros secretos, pues estos también son necesarios para mantener nuestra propia intimidad y, al tiempo, parte de la confianza que se deposita en el otro. Pero, mediante la revelación de algún secreto, nos percatamos de que no hay tantas cosas «inconfesables» y que algunas son motivos para reírse y amarse.
El placer sexual en pareja
Cuando se cultivan el deseo, el aprecio y la confianza, desarrollamos complicidad. Y esta la encontraremos en una mirada, caricia, silencio o gesto por el que comprendamos qué siente nuestra persona amada. Son hilos conectores que van más allá del propio amor y el sexo, sostienen fuertemente la relación amorosa e intensifican el placer sexual en pareja. Con esos hilos conectores se teje la complicidad íntima.
Sin ella, sería muy difícil convivir en pareja. Podríamos tener esa «persona ideal», amada y deseada sexualmente, pero sin complicidad nos abocamos a que la relación se seque, se pierda en la oxidación del deseo. Y cuando el deseo se pierde en una pareja que no sabe cómo siente el otro, se conduce a su final, a su ruptura.
De igual modo sucede con el placer sexual en pareja. Cultivarlo no es tener sexo 7 veces al día (cosa que tampoco es mala per sé); cultivar el placer sexual en pareja consiste en ahondar en los anhelos más secretos de las personas, y eso requiere, cuanto menos, el trabajo de la complicidad íntima.
El día que podamos estar en la cama al lado de nuestra pareja y encontrarnos felices sin hacer nada, simplemente por estar con ella, empezaremos a entender todo lo que podemos hacer juntos, precisamente, en la cama. El placer sexual en pareja se construye desde el estado de adhesión emocional que nos permita nuestro grado de complicidad íntima, no con flechas de Cupido.
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