¿Sabes cómo decir lo que quieres en la cama?
Tanto si no lo sabes como si crees saberlo, te recomendamos leer este interesantísimo artículo de la psicóloga y sexóloga Arola Poch.
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Cómo decir lo que quieres en la cama
Imaginemos una escena: una pareja ha cenado en un restaurante y está tomando la penúltima copa en casa de uno de los dos. Es invierno, pero en la habitación hay una chimenea encendida. Suena una música suave. Hablan, ríen, se cuentan confidencias. El ambiente es cálido y cercano. Íntimo.
¿Estamos en situación? ¿Sí? Bien, ahora unas preguntas:
¿Cómo es esa pareja? ¿De qué sexos? ¿Cómo continua la escena? ¿Tendrán relaciones eróticas? ¿Cómo empezarán? ¿Qué harán? ¿Qué papel adoptará cada uno?
Seguramente no me equivoco al decir que muchos nos hemos imaginado una misma escena que acaba de manera similar. De la heteronormatividad alcoitocentrismo, finalizando en el orgasmo (y simultáneo, ya que estamos fantaseando). Eso es lo que muchos considerarán una escena “normal”, lo que debe pasar. Pero también habrá a quiénes ese guion no les resulte especialmente atractivo.
Cuando lo normal no apetece
Pueden ser varios los motivos para saltarse el guion: porque los gustos sexuales son diversos, porque se necesitan otras cosas o por salir de una indeseada rutina erótica. Todos perfectamente compresibles pero, a veces, chocan con la realidad de la “normalidad” y, sobre todo, con su antónimo: lo raro. Raro con la peor connotación que le podamos dar.
No es extraño que haya personas con gustos fetichistas que me comentan que no quieren que sus parejas lo sepan por miedo a que les consideren raros. Y eso es, en verdad, normal: nos afecta la opinión de las personas que nos importan.
Por ello, lo que tenemos que ir cambiando es esa idea de “raro”. O, mejor dicho, esa idea negativa de lo raro. Porque ser diferente, peculiar, es un valor. En el sexo, no lo dudes, también lo es.
Cuando se busca algo más
Querer otras cosas en la cama no significa que lo tradicional no guste.
Hace años le pregunté a un amigo fetichista: “¿Tú follas?”. Aún se acuerda y se ríe de mí. Buscar algo más no significa dejar de lado lo de siempre. Significa aportar variedad en la cama. La diversidad de juegos y situaciones es algo positivo ya que ayuda a no caer en la rutina. Es simple: ampliando el repertorio de prácticas eróticas hay más donde escoger. Volviendo a mi amigo y mi (¿absurda?) pregunta, he de decir, en mi descarga, que sí hay personas con gustos peculiares que reducen su vida erótica a ese gusto, si bien no es lo habitual.
Cuando lo normal gusta, pero no cómo nos lo hacen
En el encuentro de la chimenea del inicio, si hemos imaginado una pareja heterosexual es posible que la escena se desarrolle con el hombre llevando la iniciativa y siendo un gran amante. Forma parte del “mito del machito” saber dar placer a una mujer. Vaya error y vaya losa sobre los hombros del género masculino. Porque no son adivinos y no tienen por qué saber qué le gusta a la pareja o cómo se encuentra en ese momento. Y, de rebote, a las mujeres les da cierto pudor decir en un determinado momento “oye, que por ahí no vas bien” porque puede ser un dardo directo al ego del acompañante. Generalizando, esto pasa más en las parejas heterosexuales.
No nacemos sabiendo, y mucho menos en lo que es dar placer al prójimo. Además, hay que tener en cuenta que cada persona es única en cuanto a lo que le gusta y cómo le gusta. Hay rasgos comunes, de acuerdo, pero el momento y la situación en que cada uno se encuentra siempre son particulares. Por eso recomendamos la masturbación, para conocerse uno mismo y luego poder compartirlo con el otro. Indicar o ser indicados sobre por dónde ir no es malo, es la mejor manera de alcanzar el placer conjuntamente.
Entonces, ¿cómo digo lo que quiero en la cama?
Partiendo de todo lo anterior –ni somos raros por tener gustos diferentes ni nuestro ego se alimenta de nuestra habilidad amatoria– las observaciones en la cama no han de ser tomadas como algo negativo, al contrario, son una muestra de confianza. Cuando alguien nos muestra su camino íntimo nos está revelando algo suyo. Y eso no puede sentarnos nunca mal.
En un encuentro erótico siempre debería estar presente la empatía, esa que nos servirá para decir las cosas de manera suave o para ponernos en el lugar del acompañante… Y entender que quizá le está dando vergüenza comentarnos eso o para saber leer al otro y ver si las cosas están yendo bien o no. Los encuentros eróticos son actos de comunicación donde un receptor y un emisor se están intercambiando mensajes constantemente.
En definitiva, para saber decir lo que se quiere en la cama, primero hay que saber qué y cómo se desea y, luego, hablarlo con claridad. Ser claro no significa ni hacer un guion del encuentro ni perder la capacidad de improvisación. Se trata de especificar las pautas antes de empezar a jugar. Conocemos las reglas, sacamos el tablero y que empiece la partida…