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5 hallazgos de la neurociencia sobre el amor

¿Qué es el amor? Para contestar a esta pregunta, basta con buscar la definición que nos ofrece el diccionario de la RAE.

Y, aunque sus numerosas acepciones nos dan una respuesta bastante completa, la perspectiva neurocientífica puede aportar más información sobre lo que ocurre en nuestro cuerpo mientras lo experimentamos. En el artículo anterior vimos qué neurotransmisores y qué áreas cerebrales se activan cuando nos enamoramos, y es que se trata de  un estado afectivo prolongado que involucra a nuestro cuerpo de múltiples maneras. En esta ocasión descubriremos 5 hallazgos recientes de la neurociencia del amor.

5 hallazgos sobre el amor

  1. Existen diferentes tipos de amor… que activan diferentes áreas del cerebro

En un estudio publicado en 2024 en Cerebral Cortex que se hizo viral se demostró que, aunque el amor es un único sentimiento, podemos experimentarlo de distintas maneras según de qué tipo se trate. Para este experimento se midió la actividad cerebral de 55 sujetos con resonancia magnética funcional, quienes tuvieron que escuchar varias grabaciones que inducían sentimientos de amor hacia diferentes personas o cosas, y luego se les pidió que imaginaran esos sentimientos. Además, se les contaron historias que no tenían nada que ver con el amor, las historias de control, que permitieron calibrar y establecer un estado libre de estímulos relacionados con el amor. Se determinaron seis formas de clasificar el amor:

  • Amor romántico
  • Amor parental
  • Amor por los amigos
  • Amor por las mascotas
  • Amor por la naturaleza
  • Amor por personas desconocidas

Aunque, tal vez, saber que experimentamos distintos de amor no sea nada nuevo… Pero sí lo es el hecho de que cada tipo de amor activa unas áreas concretas de nuestro cerebro, como puedes ver en esta imagen del estudio:

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En la imagen, vemos la activación de las regiones cuando se escuchan las historias de amor (izquierda) y cuando se imaginan los sentimientos de amor (derecha). Los colores cálidos indican las áreas que se activan con mayor intensidad en las historias de amor con respecto a las historias de control, y los fríos las áreas activadas en las historias de control o desactivadas con mayor intensidad. De este estudio me llaman la atención dos cuestiones. La primera, observamos una mayor activación general cuando se trata de escuchar sobre el amor, lo que muestra lo poderosas que pueden llegar a ser las historias: la respuesta emocional es mucho más fuerte que imaginarlo. La segunda, que hay algunas similitudes en algunos tipos de amor… pero todos ellos se manifiestan de manera distinta.

Así pues, se ha descubierto que el amor romántico y el parental son los que más activan el sistema de recompensa de nuestro cerebro, pero también el núcleo accumbens (relacionado con el placer y la motivación), la corteza orbitofrontal (responsable de nuestra toma de decisiones)  y la amígdala (que se inhibe con el amor romántico), entre otras áreas. La razón de que se activen estas áreas tiene una perspectiva evolutiva: el amor romántico fomenta la reproducción y el amor parental el cuidado de la descendencia, que implica la supervivencia de la especie.

Sin embargo, el amor por los amigos y por las mascotas involucra otras regiones, algunas de ellas ubicadas en la corteza cerebral, y están relacionadas con la empatía, la conexión emocional y la toma de decisiones sociales. La amígdala también se activa, y contribuye a la regulación emocional. Todo ello es clave porque estas relaciones se basan en la empatía y el apoyo mutuo, por eso hay más activación de aquellas áreas que tienen que ver con la cognición social.

Finalmente, el amor por la naturaleza activa la corteza visual y nuestro sistema de recompensa. Es decir, que rodearnos de un paisaje bonito nos aporta placer y bienestar a nivel mental. El amor por las personas desconocidas, en cambio, activa una zona de la corteza prefrontal que se relaciona con la compasión, pues nuestro cerebro está predispuesto a la empatía, y es el tipo de amor menos intenso porque no existe un vínculo tan cercano como el que sentimos hacia familiares o amigos.

  1. El amor parental es el más intenso a nivel cerebral

Según el mismo estudio, aunque el sistema de recompensa se activa en el amor romántico y en el amor parental, lo hace con más intensidad en el segundo. Como hemos visto, este tipo de amor garantiza la supervivencia de nuestra especie. Además, se produce una liberación de dopamina, una de las moléculas más potentes de nuestro sistema nervioso, y de oxitocina, un neurotransmisor relacionado con el apego.

Asimismo, se activan otras áreas en la corteza cerebral vinculadas con la empatía para garantizar el bienestar de la descendencia, la conexión, la reflexión y la toma de decisiones. Además de la amígdala, que juega un papel fundamental en la protección.

  1. El amor por las mascotas es real: el cerebro lo confirma

Si tienes mascotas, este hallazgo no te sorprenderá en absoluto. Otra de las conclusiones a las que llegó este estudio es que en las personas que tienen mascotas activan regiones similares a las del apego humano, es decir, que existe una conexión emocional y no se limita a una relación de conveniencia como se ha pensado durante años.

En el experimento se compararon los resultados de la actividad cerebral hacia las mascotas y hacia otros tipos de amor, y se descubrió que se sitúa entre el amor por los amigos y el amor parental en cuanto a activación cerebral. No alcanza la intensidad del amor romántico o parental, pero involucra áreas clave presentes en el amor por los amigos que generan empatía y conexión social.

Sea como fuere, la activación cerebral fue mucho mayor para aquellas personas que tenían mascotas respecto a las que no tenían, por lo que es necesario que exista un vínculo directo para que exista esta respuesta cerebral.

  1. Experimentamos el amor en distintas partes del cuerpo

Una de las aclaraciones que hago a menudo es que la neurociencia no se limita al estudio del cerebro, sino al estudio del sistema nervioso, que comprende todo nuestro cuerpo. Por un lado, el sistema nervioso central (donde está ubicado el cerebro, pero también el cerebelo, el tronco encefálico y la médula espinal) y, por el otro, el sistema nervioso periférico (que conecta el sistema nervioso central con el resto del cuerpo). Por eso “lo que ocurre en nuestro cerebro” tiene una repercusión mucho mayor.

En 2023 se realizó un estudio titulado «Body Maps of Loves» (Mapas corporales del amor) que tenía como objetivo de definir cómo los distintos tipos de amor nos afectaban físicamente, porque, si según el amor que vivimos se activan unas áreas u otras, la manera en que lo sentimos en el cuerpo también varía. Para este experimento se utilizó una metodología llamada emBODY, que consistía en pintar en un mapa corporal las áreas donde los sujetos sentían cada tipo de amor y con qué intensidad. A pesar de que el amor es subjetivo, la aportación de los participantes bastó para detectar un patrón.

Así fue como se determinó que el amor romántico se siente en el pecho y en el abdomen, y es que ambos alojan sensaciones habituales en el enamoramiento, como los latidos que se aceleran, la respiración agitada o las mariposas en el estómago. ¿El responsable? El sistema nervioso simpático, que, a pesar de su nombre, se activa en estados de alta emoción, ya sean situaciones de alerta ante un peligro (donde entran en modo lucha o huida) o más positivas, como es el caso del enamoramiento. En el amor sexual, en cambio, se añade una zona: la pélvica.

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Los otros tipos de amor mostraron activación en otras áreas. El amor parental y amistoso en el pecho y en los brazos (lo cual refleja el vínculo y el apego) y el amor por la naturaleza en el pecho y en la cabeza, con una menor intensidad y mayor distribución corporal.

  1. El amor romántico nos cambia más de lo que creemos

Sabemos que el amor romántico y, sobre todo, la fase de enamoramiento, impacta de forma masiva en nuestro cuerpo. Por un lado, vimos cómo la dopamina, el neurotransmisor estrella del circuito de recompensa, es la responsable de los sentimientos de euforia y no poder quitarnos a esa persona de la cabeza. Y esa sensación tan adictiva no es casualidad: se ha demostrado que se activan las mismas regiones cerebrales que las adicciones a sustancias estupefacientes, como podemos leer en este artículo que recoge la bibliografía más reciente al respecto. Sin embargo, cuando entra en juego la oxitocina se refuerza la fidelidad y hace que aumente nuestra distancia social hacia otras personas atractivas. Esto modula el sistema de recompensa y hace que la dopamina comience a inhibirse.

Pero todavía hay otro dato curioso: el amor afecta la forma en que percibimos el tiempo, cómo tomamos decisiones y qué recordamos. Cuando nos enamoramos, se activan el precúneo y la corteza cingulada, lo cual influye en nuestra percepción del tiempo, por eso durante las interacciones con quien nos atrae parece que pasa volando… y se ralentiza siempre que estamos lejos. Además, la activación de una zona concreta de nuestra corteza cerebral hace que nuestra memoria emocional se pongas las pilas para priorizar el recuerdo de datos significativos sobre quien nos atrae.

En definitiva: el amor, ese sentimiento que está tan presente en nuestra vida, tiene una profunda influencia en el ser humano. Nos afecta de diversas maneras, activando de manera distinta el entramado de nuestro sistema nervioso según el tipo de amor que experimentamos. Aunque el amor parental es intenso por naturaleza, el amor romántico deja huella en nuestro cuerpo, y desencadena cambios que van más allá de regiones cerebrales y moléculas: es el motor de innumerables procesos silenciosos en nuestro día a día. Tal es su poder que el amor ha sido una fuente inagotable de inspiración en el arte desde tiempos inmemoriales.

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