Cartas de amor

Reescribiendo la distancia – Cartas anónimas de amor

Querido Paul:

Te preguntarás por qué te escribo una carta a la vieja usanza.

Sé que suena absurdo en los tiempos de lo instantáneo, de los mensajes que nos hacen conectar 24/7 o de las videollamadas que nos permiten ver nuestro rostro, aunque nuestra geolocalización se mueva incesante por cualquier parte del mundo. Sobre todo, teniendo en cuenta que siempre he sido una seguidora ferviente de las nuevas tecnologías. Pero nunca es tarde para reconvertirse…

En este tiempo separados, me he dado cuenta de que las palabras, aunque sean las mismas, no me suenan igual que cuando te tengo cerca. Que, aunque tenga la capacidad de poder decirte todo lo que quiera, siento que no quiero decirte todo lo que digo.

Son solo dos meses los que hace que no siento el olor de tu aroma al cerrar los ojos. Los que no me puedo acurrucar en tu cuerpo cuando me destemplo. Los que la boca se me seca sin la humedad de tus besos.

Parece un espacio de tiempo pequeño. Cuando todo iba deprisa, en esta noria que era la vida, dos meses eran solo el tiempo de espera para el próximo viaje, el tiempo que pasábamos para encajar una nueva cena con los amigos, el tiempo para entregar un nuevo proyecto en la oficina. Ahora que todo va despacio, siento que esos días en los que me faltaban horas, ahora son largos y, por ende, tu ausencia, aunque corta, me parece infinita.

Y siento que la voz al otro lado del teléfono o la imagen al otro lado de la pantalla se me hace algo excesivamente frío. Casi irreal. Como si el amor hubiera pasado de ser un sentimiento genuino a algo simplemente virtual.

Por eso, vuelvo a las hojas de papel. Esas que se tocan, que se guardan, donde hay tachones, en las que hay tiempo para pensar las palabras. Hojas en las que puedes sentir el tacto de mis dedos, que también lo tocaron. Hojas en las que poder impregnar mi perfume, para que mi esencia, que no es sino mi presencia, te llegue envuelta en un sobre y puedas recordar lo que casi creías olvidado.

Mi madre tenía guardadas las cartas de mi padre de cuando se fue a la mili. Me dejó leer solo algunas. Un año separados. Un año en esa época en la que una es todo hormonas, incertidumbre e impulsividad.

Mi abuela conoció a mi abuelo en el pueblo, pero luego tuvo que irse a servir a la ciudad y pasaron casi tres años hasta que pudieron reencontrarse. Todo ese tiempo, el vacío del corazón lo llenaron a base de palabras escritas, tinta sobre papel. Pero no palabras huecas sobre temas banales, sino sobre emociones. Sobre sueños, ilusiones, ansias de verse. ¿Por qué nos cuesta tanto hacer algo parecido si en realidad otros muchos pudieron hacerlo?

Quizá por eso te escribo una carta a la vieja usanza. Porque creo que así es la única forma de hablar de lo importante. Porque en el día a día, la rutina nos dirige y la intimidad acaba por ser siempre física. Ahora que nos sobra el tiempo, pero nos separa la distancia, extrañamente siento que puede ser el momento para conectar como pocas veces lo hacemos.

Así que, estas líneas son para decirte esas cosas que nunca te digo. Que aunque me queje mucho de tus manías, me siguen llenando de amor tus pequeños detalles. Que aunque siempre me levante de mal humor y no sea persona hasta el segundo café, siempre pienso en lo mucho que te quiero cuando eres lo primero que veo al abrir los ojos.

Que ahora sé que puedo vivir sin ti y, aunque sea una frase instaurada en nuestra vida, realmente nadie se muere de amor. Pero que sepa vivir sin ti no significa que quiera hacerlo. Que la vida siempre sigue, pero no tiene el mismo color cuando no estoy contigo.

Que desde que llegaste no soy otra persona, pero sí una mejor versión de mi misma. Que sigo enamorada de mi trabajo, de mi carrera, de mis viajes por el mundo, de mis amigas, de mi tiempo para hacer locuras, pero que quizá debería haberte priorizado un poco más en ocasiones.

Que, aunque a veces no sepa qué decirte, porque creo que ya te lo he contado todo, eres la mejor persona que conozco para compartir silencios. Que no necesito ir al mejor restaurante ni alquilar la suite más cara para sentirme la mujer más afortunada.

Te echo de menos. Mucho. Pero como me enseñaste una vez, todavía tengo la capacidad de cerrar los ojos y transportarme a cualquier parte, en cualquier momento. Por eso en estos dos meses he viajado mucho por el tiempo. Por los recuerdos felices de nuestro pasado, pero también por todos los que nos quedan por vivir en el futuro.

No voy a decirte una vez más que te quiero.  Solo te voy a dar las gracias por seguir existiendo.

Nos reencontraremos pronto.

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