Mientras escribo estas líneas, escucho New Born de Muse. Una melodía en la que encuentro la intriga e intensidad perfectas para cuestionarme ese lado, tan oscuro como brillante, que se esconde bajo las 50 sombras. La espera entre la trilogía, la película y lo que las ha rodeado, no solo ha levantado tantas ampollas como avivado pasiones, sino que –ante todo– ha producido ciertas dudas morales a la hora de tratar este tema.
¿Está bien el hecho de que me guste Cincuenta sombras de Grey? Sigue leyendo…
Como en su momento ocurrió con Emmanuelle, 50 sombras representará un punto de inflexión en la forma de entender el sexo. De hecho, estoy segura de que esto ya ha empezado a ocurrir. Pero, ¿hasta qué punto es bueno que suceda?
Lo bueno del libro y de la película
No ocurre todos los días que una trilogía venda más de 100 millones de copias en todo el mundo, como tampoco encontramos muchos libros que se traduzcan en 52 lenguas distintas. Hasta el crítico más abnegado tiene que reconocer algo interesante bajo las 50 sombras de Grey. El erotismo explícito, salpimentado con prácticas de Bondage y BDSM, nos ha hecho pasar las páginas más rápido que la calada a un cigarro o el sorbo al café de la mañana. Al mismo tiempo, nos ha predispuesto para el sexo pero, sobre todo, ha brindado la oportunidad de hablar sobre juegos sexuales con nuestras amigas, parejas, e incluso, familiares. ¿Hay alguien que pueda rebatir que hablar con claridad sobre gustos sexuales es algo bueno?
Lo malo del libro y de la película
Como en muchas otras ocasiones, la obra objeto de éxito se convierte en la destinataria de feroces críticas. He podido leer como uno de mis tótems literarios la descuartizaba, diciendo que “Cincuenta sombras de Grey conseguía que Crepúsculo pareciese Guerra y Paz”. A parte del genial Rushdie, otras escritoras híper exitosas, como J. K. Rowling o Jackie Collins, también se han sumado a la detracción. En el primer caso, de una manera políticamente correcta y, en el segundo, de una forma más chistosa han denostado la narrativa de Erika Leonard James. En este sentido, es absolutamente legítimo dudar de la calidad de los textos. Y, para ser completamente sincera, tengo que reconocer que la construcción de la trama es tan floja como –en el fondo– trillada: la trilogía no deja de ser el cuento de la niña humilde que encuentra a un príncipe que, esta vez, se convertirá en algo mucho peor que una rana. La película se ha preparado para reducir o eliminar las escenas más humillantes y esto no sé hasta qué punto puede ser bueno. Me refiero, evidentemente, a que constituye un acto de autocensura en lo que pretende ser una realización artística. Y, hasta donde yo sé, el arte es libre.
Lo peor y lo mejor
No hay nada peor que enfrentarse a las consecuencias indeseadas; percatarse de que un acto ha generado un efecto completamente opuesto al de nuestras intenciones puede convertirse en algo autodestructivo. Me imagino a una Erika rezando, invocando a todos los dioses para que a nadie se le ocurra llevar a cabo las escenas de sumisión de Anastasia o interpretar el rol de Christian Grey. De hecho, son conductas completamente deleznables sobre las que no solo los psicólogos han alzado la voz, sino también diversos colectivos BDSM. Pues en el Bondage y el BDSM light no se pretende más que la satisfacción sexual a través de la consciente interpretación de la dominación y el sometimiento. No les falta razón. Pero entonces, ¿qué hacemos? ¿La censuramos? Ya hay dos “motivos” para hacerlo: de un lado, están los comportamientos violentos y sumisos de los protagonistas. Y de otro, la falta de calidad de los libros.
Está bien, ahora pensemos cuántas obras se irían al carajo por los mismos criterios: ¡habría que quemar toda la filmografía de Tarantino por sangrienta y la mitad de las bibliotecas por contener peñazos infumables!
¿No estará ocurriendo lo mismo que con El código Da Vinci? Por cierto, últimamente todos aquellos que criticaban a los “ignorantes” que lo leían en el metro, empiezan a reconocer cierta habilidad literaria en Dan Brown. ¿No será que hay algún tipo de escritura que es capaz de mantenernos entretenidos y deseosos de saber por la estructura y/o el contenido del relato? Para terminar, creo recordar que tanto el libro como la película de Emmanuelle narraban sexo sin consentimiento. Sin duda, el film marcó un hito en la forma de entender la sexualidad (sobre todo, femenina) y no oigo a nadie que, hoy día, se queje por aquellas escenas. Probablemente, se entendió que no se trataba de un vídeo pedagógico, sino de relatos eróticos.
Os decía que estaba escuchando New Born de Muse. Si me paro a pensar en la letra solo encuentro desolación y, sin embargo, siempre ha sido una canción que me ha motivado para escribir. Es decir, si la racionalizase nunca la pondría. Y es que o se da cabida al espacio irracional que todo arte contiene o se ejerce la indiferencia. La otra opción es vetarlo…
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