Sexo

Seducción y movimiento: Sensual dance, burlesque, striptease… ¿Cuál eliges?

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Dentro de los misterios de los seres humanos reside nuestra capacidad de comunicación. El lenguaje humano es el único que tiene la capacidad de referirse simbólicamente al mundo que nos rodea. Verbal, no verbal, escrita, sonora… ¿Qué capacidad comunicativa tienen nuestros movimientos y gestos? Tenemos andares tristes y alegres, sonrisas francas o picantes, miradas de odio y/o deseo. Hablamos con nuestra cara, extremidades, caderas, brazos, torsos… ¿acaso no estamos continuamente –oh, pero qué digo– bailando?

Y es que, a través del baile, expresamos sentimientos, interpretamos el mundo, expandimos y hacemos volar la imaginación, nos elevamos en la libertad de nuestras almas. Suena muy místico, ¿verdad? Pues bailar es, sobre todo, humano, muy humano.

El baile y la sensualidad

La esencia de la danza no está solo en la serie de movimientos que empleamos, está en el orden que les damos, la intensidad con la que los ejecutamos, el ritmo, el tempo y la intención interpretativa. Esta es la esencia del baile como arte, la misma que la gramática y el mensaje si habláramos del lenguaje.

Bailamos delante del espejo antes de ducharnos o en la disco delante de todos, por diversión, en grupo, felices y relajados… Podemos bailar por muchos motivos, pero si hay uno que nos mueve por encima de los otros es el de bailar para seducir. Tenemos un gran mensaje que transmitir: nuestra esencia. Y bailando comunicamos un yo muy íntimo, innato y salvaje. Por eso, movernos nos libera. Crear patrones de movimientos que responden a un mensaje nos ensalza y diviniza. Entonces, ¿qué mejor manera de trabajar la seducción, propia y ajena, que esta?

Babeamos ante vídeos de Beyoncé, vivimos en la piel de Salma Hayek o Kim Basinger el tiempo que duran los bailes sensuales de sus míticas películas, movemos los pies al compás de burlesque de Christina Aguilera… ¿Qué te falta para dar el paso?

A las energías masculinas, mucho. Apenas hay referentes de formas de seducción masculina a través del baile en la actualidad. Más allá de Ricky Martin y el baile latino, el catálogo de seducción masculino es una suerte de gestos de movilidad concreta y reducida, que mucho dista del baile en sí. La seducción, en este modo, se presenta desde la emoción contenida y desde el misterio del alma aventurera y rebelde, pero eso no siempre fue así. Bailarines que ejercen y hombres que quieren dar el paso se enfrentan a cuestiones, estigmas y sanciones sociales que les dificulta la elección de la danza como opción profesional o incluso como hobby. Imagina la valentía de aquellos que eligen asomarse aún más allá y optan por el burlesque o el sexy dance. Son pocos pero son y están. Me encantará profundizar en ellos en otra ocasión. Pero hoy trataremos de energías femeninas, aunque eso no significa que sean solo mujeres.

Las energías femeninas están de enhorabuena y para ellas, una vez vencidos miedos y vergüenzas (o a medio vencer), solo faltaría elegir qué idioma te define mejor, en cuál o cuáles te sientes más cómoda y se asemeja más a esa pulsión energética que te hace pisar el mundo en ese modo único que tú tienes.

Fotografía: Javier Jimeno. Modelo: Mar Márquez

Disciplinas de baile hay casi tantas como lenguas, pero solo algunas tienen como razón de ser la seducción en sí misma. El objetivo de la interpretación y enseñanza de estos estilos va más allá del ejercicio y aprendizaje del arte de la seducción; la conquista de nuestro cuerpo como territorio y fuente de placeres, el enfrentarse al espejo y vencer vergüenzas y miedos limitantes, el descubrimiento de nuestra propia erótica, además del ejercicio físico y de meditación que se obtiene de cualquier clase de danza (donde abstraerse de lo mundano durante una hora puede incluso convertirse en el objetivo principal) forman una larga lista de razones por las que levantar el teléfono y hacer la llamada esperada: esa formidable clase de prueba que te permite mover las caderas, al son de cualquier música por poco dinero o incluso de manera gratuita.

Pero Mar, ¡arranca ya y dinos cuáles son esas joyas que nos vendes como griales de destreza sensual!

Entre otras, hoy he venido a contaros sobre el sexy dance, el burlesque y su relación con el striptease. Comenzamos:

El sexy dance

El Sexy Dance, Lady Style, Sensual Dance o Dance on Heels es una variante suave y muy femenina que nace de diversas disciplinas como el New Style (derivado del Hip Hop) y el Theater Jazz (versión del Jazz dance que incorpora técnicas de expresión corporal). En sus diferentes versiones, el sexy dance se nutre de pasos de baile latino, danza del vientre o danza contemporánea.  Es un estilo joven e inexplorado y nace del impacto que han causado en nuestras mentes sedientas de sensualidad cantantes y coreógrafos, que con su manera personal de interpretar estas formas anteriores están creando ciertas bases. Cantantes como Beyoncé y Jennifer López o coreógrafos como Yanis Marshall y Jaquel Knight encabezan la lista de creadores de un estilo tan personal y diverso que solo podemos decir de él que es: sexi, sensual, femenino, curvilíneo, potente y erótico.

Si tu cuerpo pide movimientos sensuales y dinámicos o si tu esencia es la de la más pura diva del siglo XXI, anímate a embelesarte en el espejo con movimientos circulares de cadera, golpes secos, contracciones de pelvis, trabajo en suelo, ondas en pecho y espalda, giros de coleta y poses congeladas.  Todo esto sostenido en el vértice de unos tacones que alargarán tus piernas y dotará de fuerza erótica cada gesto y cada paso.

Este es el baile que nos imaginamos cuando en pleno agosto el ventilador nos retira la melena de la cara, mientras pelamos patatas para una tortilla o ese día que decides sentarte frente al televisor lanzándote al sofá y aterrizas muy recta, feliz y con las piernas cruzadas, como si toda tu naturalidad tomara de forma innata la sensualidad y destreza de una de estas bailarinas. Si te diviertes así, mientras te miras en los espejos de casa poniendo morritos y meneando la cabeza a lo heavy y el culo a lo Rihanna con una música sensual de fondo, eres una gran candidata para animarte a coreografiar ese desparpajo en una clases con otras muchas como tú. Cuando encaramos nuestros deseos, matamos un puñado de miedos, conscientes e inconscientes. Fíjate bien, he dicho encarar y no elegir o alcanzar porque estamos tan alejadas de nuestra conciencia deseante, tan sumamente embutidas en rutinas laborales y hogareñas, que apostar por un espacio para nuestros deseos íntimos, personales y eróticos supone un careo entre tú y varios de tus yoes. Dejamos demasiado poco espacio para el juego, los sueños, la diversión: para nuestros deseos. Y detrás de todo este desmelene, detrás de todo este soltar rienda para brincar más libres siempre asoma su cabeza Eros.

Bailar sensual, sexi desde tu «Lady interior», te lanza directa a los brazos de Eros, desde esas botas de tacón que jamás pensaste que vestirías. No tienes que imitar a ninguna diva de revista, ¡saca esa gran salvaje que llevas dentro! «Put your hands up!»

Antes de pasar al burlesque, os dejo un maravilloso enlace que explica de dónde surgió la idea y cómo se grabó la canción que unió a las mujeres aquel año en el que se triplicaron las ganas de bailar.  Single Ladies fue uno de los temas por el  que el Dance on Heels comenzó a instaurarse en las escuelas de danza como la oferta más sensual, innovadora y diferente. Esta canción hizo que muchas mujeres como yo detectaran la enorme necesidad de dialogar con su Eros desde el movimiento, el vestuario y la escena, para mostrarse deseables y sentirse deseadas por los ojos de sus amantes y amados: Una década de Single ladies: cómo la canción de Beyoncé se transformó en un fenómeno

El burlesque

Preparaos bien, porque si no habéis terminado lo suficientemente motivadas para convertir el salón de casa en vuestro propio escenario, el burlesque os ayudará a tomar la decisión definitiva. Y es que pocas y pocos se resisten a los encantos del considerado «Arte de la seducción».

Fotografía: The Reckless Mouse. Performance de Mar Márquez

El burlesque que vemos, oímos y sobre el que leemos hoy en día es una variación y ramificación de los inicios en los que se construyó el género. Este es el burlesque estadounidense que, en su evolución y allá por los años 20 del mismo siglo,  tomó características de otros espectáculos y adoptó, de este modo, su matiz erótico, respondiendo a los cambios sociales de la época. En los años 90, la nostalgia por espectáculos envueltos del glamur de aquel momento hace que resurja con fuerza, en Nueva Orleans y Nueva York, este estilo en su expresión más sensual, el neo-burlesque.

Diferenciado de la disciplina anterior, el burlesque frente al baile sexi tiene una historia de la que aún conserva ciertos ecos. Un show burlesque incluye rutinas de insinuación, algún paso de baile y juegos con el vestuario, y esto se puede hacer desde la recreación más glamurosa de la belleza y el erotismo, hasta shows con un trasfondo más crítico con representaciones más satíricas y humoristas. Es esta última acepción la que nos acerca al nacimiento de este género. Así, su origen fue el del arte literario, además de escénico, en el que el objeto era la ridiculización de un tema, donde se criticaban y cuestionaban las normas sociales del momento.

Ya sea desde la parodia como desde el más puro glamur, el burlesque es insinuación, sensualidad y seducción : el arte de los valientes. Antes de proseguir, te dejo tres enlaces a vídeos en Youtube de estas increíbles representantes del burlesque americano: Catherin D’Lish, Perle Noire y  Dita Von Teese. Tres estilos muy diferentes, impactantes y necesarios en la escena:

Si quieres dominar tu mirada, cargar de presencia tus pasos, sensualizar el tecleo de tus dedos en el ordenador, erotizarte mientras abres un cajón o al tiempo que te limas las uñas, prueba con este arte. Coquetea con una prenda mientras te desvistes lentamente, atúsate el pelo como la mujer de Roger Rabbit… Suspira, haz gestos de ¡qué calor! y sonríe con picardía. Azótate al compás de la música mientras miras a los ojos a tu amante y le haces ruborizar de placer. Si no es para atrapar a nadie en tu tela de araña, que sea al menos para salir de la tuya porque, a veces, no sabes cómo, terminas cayendo en una. Palabra de scout.

¿Cómo? ¿Qué? ¿Que queréis quitaros la ropa? ¡Toma, y yo! Y que naveguemos ligeras por los atardeceres de nuestros sueños, que mostremos nuestras curvas y rectas, nuestras abundancias y escaseces al grito de «¡Me importa un pimiento, me siento guapa y libre!». Pues nada, lo hacemos, ¿qué nos frena?

Striptease

Ambas prácticas escénicas aceptan el aligeramiento de ropa como parte de sus rutinas. Es menos frecuente ver espectáculos de Lady Style en los que se deshagan de toda la ropa, pero sí parte del vestuario puede terminar por los suelos. Por ejemplo, una camisa masculina puede ser abierta con fuerza y mirada selvática o también podemos jugar con elementos como un sombrero, para terminar lanzándolo en un «Alea iacta est» socarrón.

Pero si lo que queremos es jugar a desnudarnos,  pasearnos, pavonearnos, tensar a nuestro observador tan pizpireta o soez como una se sienta, para eso el burlesque es el maestro. Cada gesto, cada mirada, cada movimiento, sonrisa y juego de prenda está cargado de intención comunicativa.

De eso trata el striptease. Es un arte que involucra alma sobre el territorio del cuerpo. Es el arte de la expresión erótica a través del movimiento y el gesto, de las almas libres de morales en el espacio y tiempo que les toca. El arte del destape del cuerpo, la tensión y el misterio, es lo que le llega con fuerza al espectador, no el desnudo en sí. Y por eso el striptease es el arte de la seducción entre almas. «Nunca hubo una mujer como Gilda», suspiramos mientras tan solo se quita un guante, ¿no?

Lo excitante es lo que llega al espíritu del espectador. Por eso, el público de una artista del striptease en una despedida de solteros o el que admira a Dita Von Teese desde la butaca del London Palladium puede sentirse conmovido por el mismo sentimiento. La artista dialoga desde la composición armónica de su show, para que el público sea deleitado estética y emocionalmente. Y el público responde con aplauso y ovación.

Si al leer estas líneas, reconoces una llama que te nace dentro y te dice «quiero probar», prueba. sexy dance, burlesque… como si de repente te animas con pole dance o danza del vientre. Ve, prueba.  Como alumnas, algunas hemos llegado con más o menos seguridad, con más o menos vergüenza, con más o menos experiencia, por algún u otro motivo… Pero todas reunimos la misma característica: una tremenda necesidad de reencontrarnos con nuestro lado erótico, con tu yo más salvaje, que a veces resulta ser el más dulce. No solo aprendes la técnica del arte de la seducción, que va más allá del quitarse una prenda, sino que aprendes a amarte y expresarte como ser sexuado, dándole un par de patadas de karate a ciertos principios morales que te puedan estar limitando.

Seducir significa «guiar para conducir a uno por el camino que al otro le conviene». La seducción es un lenguaje que construye enunciados a partir de unas unidades de comunicación, como decía al principio de estas letras: los gestos, el movimiento y la mirada. El mensaje en este caso está claro y el receptor está predispuesto a él, pues todos sabemos que esta oración trata sobre el deseo y que, al final, la ropa caerá al suelo. Pero, aunque sepamos el final, lo intrigante es el desarrollo de la historia, ¿no crees? Bailar desde y con el deseo como elemento impulsor es una metamorfosis espiritual y corporal que te hará dueña de espejos y miradas.

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