Curiosidades

Las aves también tienen su San Valentín

San Valentín, día en el que algunos enamorados disfrutan de una cena romántica, se hacen regalos y disfrutan de un encuentro libidinoso y pasional. Algunos critican esta celebración por considerarla un invento consumista yanqui; quizá lo sea en parte, pero ofrecer regalos a la pareja sentimental es un comportamiento primitivo e instintivo que compartimos con otros animales. Y no, no solo con primates como los bonobos, los macacos o los chimpancés (a cuyo orden pertenecemos), sino con una clase totalmente alejada de los mamíferos: las aves.

Las aves celebran el amor

Gula y lujuria

En La vida amorosa de los animales, Vitus B. Dröscher cuenta una trágica anécdota amorosa. Desde hacía tiempo, los investigadores discutían sobre si el macho de codorniz (Coturnix coturnix) llevaba o no a su hembra un regalo de bodas antes del apareamiento, así que decidieron hacer un «malicioso experimento» para salir de dudas. En época de celo, soltaron a un macho en una gran pajarera y colocaron en sus proximidades a una hembra disecada, rígida e inmóvil. En palabras de Vitus B. Dröscher «era casi conmovedor ver al pretendiente cortejar a la momia con el plumaje erizado y tratar, cada vez más excitado, que aquel pellejo muerto le demostrara algo de amor». Tras intentar montarla en más de 23 ocasiones y no percibir la más mínima reacción libidinosa, el macho recurrió a una táctica infalible: revoloteó hasta el plato de comida, cogió la oruga más gorda que encontró y se la entregó a la hembra como regalo supremo de amor. Huelga decir, que ni eso sirvió.

Según Vitus B. Dröscher, otra especie que también intenta conquistar a su dama recurriendo a la gula es el charrán mínimo (Sternula antillarum), ave acuática y migratoria (que en el pasado se consideraba una subfamilia de la gaviota), cuyos miembros viven en ruidosas comunidades en las que se aparean y anidan. Para elegir a la dama, el charrán macho realiza un vuelo ritual, pesca un jugoso pescado y «se exhibe con la cabeza alta y el pecho abombado, en medio de la liga de mujeres solteras, estudia por todos lados a varias señoras charranes y, finalmente, ofrece el pescado a una de ellas».

La cortejada debe ir con mucho cuidado y meditar seriamente si lo acepta, porque si lo hace es un sí irrevocable y debe aparearse con él. Si lo rechaza, el charrán macho «acaba ofreciendo su pez por la colonia con la misma venalidad con la que un vendedor de corbatas ofrece sus chillones artículos», y si no tiene éxito, se lo come y regresa al mar a pescar un pez aún más bonito que el anterior, «para probar de nuevo fortuna con las damas».

Los machos del alcaudón real (Lanius meridionalis), especie endémica de la Península Ibérica, cortejan a la hembra con todas las armas de seducción de las que disponen. Cantan armoniosamente melodías románticas, realizan vuelos de exhibición en los que (mediante arriesgadas acrobacias) muestran su destreza, fuerza y resistencia en el aire, le ofrecen insectos y reptiles con inusitada delicadeza y, aunque resulte un poco sádico, clavan pequeñas presas (como ratones y topillos) en espinas y ramitas, para que ella disfrute de un buffet variado. Por desgracia, cada vez les resulta más complicado encontrar a una pareja que les acompañe toda la vida, ya que están en peligro de extinción, debido a al uso indiscriminado de pesticidas.

El simbolismo de los regalos

Además de comida, algunas aves ofrecen regalos simbólicos a la destinataria de su amor. Un ejemplo perfecto es el alcatraz enmascarado o bobo enmascarado (Sula dactylatra), un ave marina y migratoria que, al igual que el charrán, forma colonias de anidación. A pesar de su impresionante envergadura (que oscila entre 152 y 180 centímetros), su galanteo es elegante, armonioso y elaborado. Comienza con un desfile en la orilla de la playa de la isla de cría, con la cabeza y cola erguidas, y el pecho abombado, marcando el paso y dando grandes zancadas que hacen saltar el agua. Cuando cree que ha causado una impresión favorable, se dirige en línea recta (con cierta petulancia y chulería) hacia la hembra que le gusta, hace una reverencia, extiende completamente sus alas de 180 centímetros de envergadura y silba. Si ella no muestra demasiado interés, continúa desfilando con marcada arrogancia, danza con estilo, recoge con el pico una piedra del tamaño de un huevo de gallina y la deposita a los pies de su amada. La hembra a veces la rechaza, a veces se hace de rogar, pero si al fin la coge, no solo acepta el regalo, sino un amor para toda la vida, ya que son monógamos. En el fondo, esa piedra es, al igual que el anillo de pedida, un símbolo, un compromiso vital, que refuerzan año tras año con rituales de cortejo, que incluyen vuelos acrobáticos sincronizados.

Los guacamayos (Ara) también se comprometen con sus parejas para toda la vida y son extremadamente románticos. Estas preciosas aves pertenecientes a la familia de los loros (Psittacidae) son muy sociables, alegres y juguetonas. Suelen convivir en grupo o con su pareja, a la que el macho mima ofreciéndole los frutos más bonitos, jugosos y apetitosos. También le regala semillas (en especial las nueces de Brasil) que parte previamente; después, la pareja de enamorados la comparte, pasándosela una y otra vez de pico a pico, jugueteando con sus lenguas, mientras el macho envuelve a la hembra con su ala, como si la abrazara.

Resulta muy triste y descorazonador saber que, al igual que al alcaudón real, cada vez les resulta más difícil encontrar pareja o, en caso de hallarla, vivir su larga vida con ella; muchas especies de guacamayos están amenazadas o en peligro de extinción debido a que los humanos destruimos su hábitat (las selvas tropicales) y comerciamos ilegalmente con ellos, para tenerlos como mascotas. Sin duda, la belleza de su plumaje, su inteligencia y su capacidad para imitar sonidos y palabras son su perdición, pues los condena a vivir solitarios en una jaula o en parques temáticos, rodeados de extraños que observan los trucos que les han enseñado a realizar.

Quizá, después de todo, los humanos no entendamos qué significa, realmente, el AMOR.

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Fuentes
Vitus B. Dröscher. La vida amorosa de los animales.
Alcaudón real. SEO BirdLife.
Guacamayo. Redacción de National Geographic.