«Anafrodisia» es un término de muy poco uso en la terapia y en la comprensión sexológica y que, como los aficionados a la etimología habrán deducido, se compone del prefijo privativo griego «An» (sin) y de «Aphrodísios» (lo propio de Afrodita). Esto vendría a significar, a poco que se sepa qué representaba para los griegos la diosa Afrodita, la imposibilidad de dejarse atrapar por los juegos de seducción o la concupiscencia o, dicho más clarito, lo que padece la persona que no se «pone», que no se incita a mantener una interacción sexual pese a intentarlo.
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Anafrodisia
Ni anorgasmia ni frigidez
Traigo este término a colación porque, en el patatal de barbaridades, obviedades, errores y simplezas en el que se suele convertir Internet, la anafrodisia se asocia a otro término (este sí totalmente en desuso por alguien que hable con propiedad del Hecho Sexual Humano) que es el de «frigidez». Este término que proviene del latín «frigiere» (estar frío) se empleaba con referencia a la dificultad de activar el deseo, pero sobre todo a la imposibilidad de alcanzar un orgasmo. Y una cosa no tiene absolutamente nada que ver con la otra. Una cosa es el Deseo Hipoactivo o el Trastorno por el Deseo Sexual Hipoactivo (TDSH) y otra muy distinta es la anorgasmia (la imposibilidad, bien sea primaria o secundaria, de alcanzar el orgasmo) Cualquiera que conozca mínimamente la respuesta sexual humana sabe que una persona puede tener el deseo sexual en perfectas condiciones o incluso sobreexcitado (Deseo Sexual Hiperactivo) y que se presente de manera recurrente o permanente la imposibilidad de alcanzar el orgasmo.
Aclarado este desaguisado y puesto que de la anorgasmia ya nos ocupamos en este blog, y a servidora le entran calenturas con las tonterías que se difunden por otros lares, vamos a decir cuatro o cinco cosillas sobre el Deseo Sexual Hipoactivo.
1. El deseo es el motor de la respuesta sexual humana
Según se clarificó en la secuencial respuesta sexual humana que confeccionaron Masters & Johnson y que se suele concretar en las siglas D.E.M.O.R., el deseo es el que da inicio a dicha respuesta sexual humana. Tras él, viene la excitación, después, la meseta que puede culminar en el orgasmo que a su vez da lugar al periodo refractario o de resolución (ahí están las cinco siglas antes mencionadas). Queremos decir con ello que, si no hay deseo, es muy difícil que se produzca nada, porque todo lo que puede suceder a nivel interactivo ocurre después de él.
2. El Deseo Hipoactivo es un problema de hombres y mujeres
El Deseo Sexual Hipoactivo es algo, y eso no todo el mundo lo tiene muy claro, que afecta a hombres y mujeres y es, además, la disfunción sexual más frecuente en ambos sexos; es la principal causa de consulta de mujeres, pero también de hombres. Sucede que las mujeres solemos tener menos pudor en manifestar ese malestar que los hombres, pues a ellos, los imperativos del actual modelo normativo del sexo parecen obligarles a «tener siempre ganas», y, por ésta misma razón, en los hombres, la sintomatología de un TDSH suele ser mucho menos clara, y venir más disfrazada que en nosotras.
3. Cómo se manifiesta la anafrodisia
El terapeuta fino debe ser capaz de captar, tras dialogar con el paciente, las causas que producen esa caída del deseo que, en la mayoría de casos, no obedecen a razones puramente biológicas (normalmente relativas a los procesos menopaúsico o andropaúsico), sino más bien a cuestiones que afectan o condicionan anímicamente al paciente. Un buen inicio, por ejemplo, es distinguir si ese Deseo Sexual Hipoactivo se manifiesta, en caso de estar el paciente emparejado, hacia su pareja o partenaire sexual o hacia todo el mundo; cuando el TDSH se manifiesta en uno de los dos miembros de la pareja, es harto infrecuente que se manifieste también hacia todas las personas exteriores a la pareja, lo que nos facilita algunas sutiles (y no tan sutiles) herramientas a los sexólogos.
4. Cómo recuperar el deseo sexual: Herramientas sutiles
Como dificultad sexual, el TDSH suele tener un buen tratamiento en consulta y la mayoría de los pacientes acaban reaccionando bien a las herramientas de tipo educacional, comprensivo y funcional que empleamos los sexólogos en la terapia, y ello se debe fundamentalmente, además de la posible maestría del profesional que atiende, a que el deseo, como la energía, no se crea ni se destruye, sólo se transforma. Con ello queremos decir que, salvo en casos infrecuentes y muy profundos o sostenidos de melancolía, siempre hay un deseo latente, un deseo que posiblemente se ha redirigido hacia otro lugar (sea del campo sexual o no) o hacia otras manifestaciones pero que, estar, está ahí y puede por tanto volver a ser interpelado.
5. Cómo recuperar el deseo sexual: Herramientas no tan sutiles
Puesto que estamos en la magnífica página de LELO, me gustaría hacer una última reflexión sobre los juguetes sexuales. Cualquiera comprenderá que estos suelen servirnos a los terapeutas de enorme ayuda cuando nos enfrentamos a las demás fases de lo que venimos denominando la respuesta sexual humana. Son, por ejemplo, uno de nuestros mejores aliados cuando se producen caídas en la excitación, estancamientos en la fase de la meseta o dificultades en la irrupción orgásmica. Lo que quizá no todo el mundo comprenda es que si bien un juguete erótico no suele activar por sí solo el deseo sexual de quien lo tiene en letargo, sí es una magnifica utilidad para apelar al deseo erótico de «todo lo que rodea» a su adquisición. Alguien podría pensar: «¿Para qué recomendar un juguete sexual a quien no tiene deseo sexual? ¿No es como regalarle un peine a quien carece de pelo?». A diferencia del cuero cabelludo y el timo de los crecepelo, la adquisición de un juguete sexual sí puede reactivar los mecanismos libidinosos del paciente. Como es una recomendación terapéutica que, en la mayoría de los casos va a cumplir, va a tener que «enfrentarse» con todo lo que conlleva ese hecho.
Por ejemplo: va a entrar en la página de LELO, va a toparse con una gama de productos que solo por verla le van a centrar en su deseo, va a enfrentarse con una serie de artículos como éste que leerá en mayor o menor medida pero que le exigirán pensar algo en su deseo, va a darse de bruces con una serie de relatos eróticos (nada llama más al imaginario erótico que la literatura erótica)… Es decir, va a emprender una serie de acciones en las que su deseo va a verse interpelado, activado. En definitiva, y como decimos los franceses, se hace bueno el dicho aquel de que «el hambre llega comiendo».