Mujeres libres

Mujeres libres: Hiparquia, la que nos enseñó a morder

De Diógenes de Sínope se cuenta que murió a causa de las mordeduras de un perro mientras pugnaban por un trozo de carne. También se dice que quizá fue de una indigestión por comerse un pulpo crudo. Aunque también se narra que su muerte se produjo cuando a él le dio la gana: al creer que ya había llegado el momento, dejó simplemente y de manera voluntaria de respirar. Pero se cuentan más cosas.

Que su única posesión era un pequeño cuenco de madera que le servía para comer y beber hasta que vio que un animal podía hacer lo mismo sin necesidad de cuenco alguno y lo tiró. Que cuando Alejandro Magno, que había oído hablar de él, lo encontró sucio y maloliente recostado en una acera de Atenas, le ofreció darle lo que él quisiera, a lo que Diógenes respondió: «Que te apartes y no me tapes el sol». Que gustaba de masturbarse en público y cuando algún ciudadano le reprochaba la acción, él, indiferente, respondía que si pudiera calmar su apetito con tan solo frotarse un poco el vientre, tampoco dudaría en hacerlo. Y se cuentan muchas cosas más, posiblemente todas ellas apócrifas, pero que dan idea del enorme impacto que su figura, su filosofía y su presencia causaron en la Grecia del siglo IV antes de nuestra era. Y eso que Diógenes era un hombre, habría que imaginarse lo que hubiera sido de ser mujer. Diógenes pertenecía a una escuela filosófica, posiblemente la más radical, subversiva y contracultural que haya existido en todos los tiempos: la escuela cínica. Los kynikos, los «cara de perros», eran así llamados no solo por su implacable actitud hacia todas las normas sociales, hacia cualquier convención moral o hacia cualquier principio de autoridad (incluido el de los dioses) sino porque la escuela se fundó en un gimnasio (como casi todas las escuelas filosóficas griegas) ateniense de nombre Kynósarges («El perro blanco» o «El perro rápido»).

Su fundación se debe posiblemente a un discípulo de Sócrates, de nombre Antístenes, que estuvo presente en la ingesta de cicuta de aquel. Las figuras más destacas en el origen de esta subversión hecha filosofía, son, además del mencionado Antístenes y Diógenes, Crates (discípulo de Diógenes y maestro de Zenón de Citio que fundaría el estoicismo), Metrocles (discípulo de Crates) e Hiparquia (hermana de Metrocles y compañera de Crates). Ya no hay que imaginarse a Diógenes siendo mujer, ya la tenemos. Hiparquia es, para la tradición, la primera mujer filósofa de la historia.

Hiparquia

¿Quién era Hiparquia?

Hiparquia o Hiparquía nace en la ciudad tracia de Maronea alrededor del 350 a.C. y falleció alrededor del 280 a. C., aunque lo que sabemos con seguridad es que estaba activa en la ciento onceava Olimpiada de la era antigua (336 a. C.- 333 a. C.).

Nacida en el seno de una familia adinerada (como, por cierto, la mayoría de los cínicos) que debió huir a Atenas cuando ella era niña, y hermana, como hemos indicado, del mencionado Metrocles, su carácter, a diferencia del su hermano, debió ser fuerte y decidido, además de estar dotada de una diáfana inteligencia. Algo que no es de extrañar, pues tuvo que enfrentarse a la oposición familiar, en cuestiones como el estudiar filosofía o el emparejarse con Crates (pudiéndose casar con los más ricos pretendientes de Atenas), pero también a toda una sociedad que consideraba que una mujer no podía en ningún caso aspirar a alcanzar la sabiduría, además de cuestionar y poner en jaque, en su condición de cínica, a todo lo que se enfrentaban los postulados de esta valiente y sorprendente escuela de pensamiento.

Hiparquia, desde que se une a Crates, se arroja a vivir en las calles, desnuda o con apenas unos harapos que la resguardaran mínimamente del frío, a follar con su amado en la vía pública a la vista de todos, a frecuentar lugares reservados exclusivamente a los hombres, a ayudar de la forma que pudiera a cualquier persona que lo necesitaría (algo propio también de esta escuela) y, en definitiva, a pensar, y por lo tanto a actuar, conforme a su condición de cínica. Una enciclopedia bizantina escrita en griego en el siglo X de nuestra era, y que versaba sobre el mundo antiguo mediterráneo, recogía testimonio de tres obras escritas por Hiparquia que narraban sus inquietudes, mayoritariamente, sobre la lógica. Nada, sin embargo, se conserva de ellas. También, dentro del ostracismo que la historia posterior aplicó sobre Hiparquia, se cree que tuvo con Crates dos hijos, un varón y una chica, de los que nada sobre sus biografías ha llegado a nuestros oídos.

El primer pensamiento igualitario de nuestra civilización

Entre las grandes innovaciones del pensamiento cínico y entre sus poderosas cargas de dinamita, estaba una tesis: todos los hombres y mujeres son iguales. Hiparquia fue la encarnación libre (si algo destacaron sus coetáneos fue su furiosa libertad) del primer pensamiento igualitario de nuestra civilización. Ella fue la primera mujer filósofa, la primera en llevar una existencia autónoma y desvergonzada, la primera perra que nos enseñó a morder.

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