No te pierdas este relato de Korai, donde se desata un torrente de fantasía erótica y que ha sido la tercera finalista en el Concurso de relatos eróticos de Volonté.
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Lo que sucederá
Quedaremos en la cafetería. No, no te dejaré besarme. Sé que me recorrerás de arriba a abajo, y en tu sonrisa sabré que te gusta lo que ves. Morirás de ganas por comprobar si en la cima de esos tacones llevo uno de mis ligueros. Bien sabes que será así, pero no te permitiré comprobarlo. O quizá sí, pero rodando solo tus dedos sobre el vestido. No quiero que gastes ni un gramo de ganas antes de tiempo.
Quizá nos tomemos un café y charlemos de cosas triviales, pero siento que lo más probable es que no queramos desperdiciar ni un minuto.
Yo iniciaré el juego, llevo meses ideándolo y seguirás mis indicaciones. Sé que te encantará hacerlo.
Te daré la tarjeta de la habitación y te diré que sobre la cama hay unas instrucciones para ti. Ahí encontrarás una nota que te pedirá varias cosas junto a una bolsa con alguna sorpresa. La primera orden será que te desnudes. ¿Por completo? Mmmh, quizá te pida que te dejes la camisa puesta, pero tan solo eso, me gusta mucho esa imagen en mi cabeza. Después, deberás colocarte ese juguete que tienes en la bolsa en la base de la polla (y seguro que estarás ya semierecto), luego te sentarás sobre la silla, me mandarás un mensaje diciendo que estás casi listo y cerrarás los ojos como te he pedido. ¡Ni se te ocurra abrirlos! Las manos las juntarás a tu espalda tras la silla, esa será otra de mis indicaciones. La puerta la habrás dejado entreabierta como rezaba la nota y eso te hace sentir algo vulnerable ahora que estás desnudo. Lo sé, alguien podría abrirla ¿verdad?, alguien que no soy yo. ¿Te asusta? ¿Te excita? Me encantará comprobarlo.
La espera te matará, seguramente sientas que el tiempo transcurre muy despacio y cualquier ruido que venga de fuera de la habitación te pondrá en alerta y nervioso. No sabrás si soy yo o no. Pero no cederás a la tentación de desobedecer y abrir los ojos. Querrás jugar hasta el final. Y eso yo ya lo sé.
La puerta se abrirá y escucharás como alguien la cierra con cuidado. Querrás pensar que soy yo, pero aun así dudarás porque no hablaré. Me acercaré despacio a ti. Sí, quizá me delaten los tacones. Te rodearé sin prisa, dejando que escuches mis pasos a tu alrededor. Quizá te acaricie levemente. Me tomaré mi tiempo observándote y disfrutando de tu ansiedad.
Seguramente estarás ya muy duro y eso me gustará. Mucho. Pondré música, algo suave y sensual. Jazz posiblemente.
Me colocaré a horcajadas sobre ti; no habrás abierto los ojos porque eres obediente y ahora sentirás mis manos quitarte las gafas. Mi precioso niño empollón. Te besaré los parpados para luego vendar tus ojos con delicadeza y te hablaré suave al oído pidiéndote que no te quites la venda.
Después sentirás sobre tu piel cómo la tela del vestido abandona mi cuerpo. Lo sé, mueres de ganas por verme, pero no te voy a dejar aún. Intuyo tus latidos acelerando al adivinar mi poca ropa. No, no puedes tocarme tampoco. Te revuelves en la silla, ansioso. Quieto, ordenaré. Vuelvo a susurrarte al oído y aprovecho para lamer el lóbulo. Te estremeces. Llevo mis manos a tu nuca y te acaricio mientras miro esos labios ansiosos de mis besos. Acerco mi boca y deslizo mi lengua lentamente entre ellos, haces amago de más pero no te dejo. Seguramente te bese porque lo deseo tanto como tú, pero será un beso corto, quizá profundo. Me despegaré de ti y te rodearé lentamente sin perder el contacto de mis manos sobre tu cuerpo. Suspirarás. Seguramente me digas que me odias y yo sonreiré porque sé que no es así. Me colocaré a tu espalda y me pegaré a ti, notarás el calor de mi cuerpo en tu nuca. Deslizaré mis manos por tu cara, tu mandíbula, tu cuello y bajaré por tu torso desabrochando los botones de tu camisa y acariciando la piel que libreto hasta llegar a tu pubis y continuaré acariciando tus muslos. Evitaré adrede tu polla. Desharé el camino hasta volver a tus hombros y recorreré tus brazos despojándote de la camisa mientras me acuclillo a tu espalda. Ataré tus manos liberadas de tela con una cuerda. Gemirás desesperado porque sabes que te estoy impidiendo tocarme.
Incorporándome, terminaré mi giro alrededor de ti y, no sé, quizá si te has portado bien y estás muy duro te recompense recorriendo brevemente tu polla con la lengua. Sí, creo que eso es lo que haré. Pero durará poco porque luego volveré a pasar mi pierna sobre tus muslos y me sentaré sobre ellos. Me pedirás que te bese y pondré un dedo en tus labios para callarte. Shhhhh, yo decido, te recordaré. Acariciaré tu pecho que sube y baja animado por la excitación que invade tu cuerpo. ¿Estás acelerado? Y mi mano se posará sobre tu corazón para sentirte. Yo sí. Y acercaré mi pecho a tu mejilla para que sientas su contacto, mi piel casi desnuda. Siénteme. Gemirás. Me deseas. Iniciaré un suave baile sobre tus piernas en el que apenas rozaré tu polla con mi sexo desnudo. Tu mente solo será capaz de pensar si eso que crees es cierto y no llevo puesto más que el liguero. No lo vas a averiguar aún.
Mis manos dejarán tu piel para desabrochar el sujetador que abandonará mi cuerpo recorriendo el tuyo, haciéndote partícipe de la acción y la resolución. Te revolverás inquieto porque deseas más, mucho más. Me inclinaré hacia ti pegando mi piel a la tuya, dejando que mis pezones arañen tu pecho, rodándolos por tu piel mientras mis manos abrazan tu cara y mis labios buscan tu boca. Mi coño comenzará a rozarse rítmicamente sobre tu polla que llevará rato muy dura, y mucho más gracias al aro de goma que aprieta su base.
Volveré a tu boca que devoraré esta vez sin medida invadiéndola por completo, respirando tu deseo y lamiendo tus ganas. Gemirás desesperado y tus brazos se moverán tratando de buscarme, pero totalmente impotentes. Quizá me pidas clemencia, «suéltame», rogarás. Y te recordaré que aquí las decisiones las tomo yo y que yo decidiré cuándo soltarte.
—No —te diré. —No te voy a soltar y no vuelvas a pedírmelo.
Y el juego no habrá hecho más que comenzar.