¿Qué hacer cuando el deseo sexual es irrefrenable y estás confinada en casa por la cuarentena? El ingenio de Karen tradujo la respuesta en un juego sexual en el que la masturbación, el exhibicionismo y el voyerismo son solo las herramientas para liberar el deseo y desatar las fantasías.
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Confinada
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Narración: Karen Moan
La propuesta me pareció maravillosamente oportuna. En la soledad de mi apartamento los monólogos con los gatos comenzaban a tener un tinte algo desquiciante.
El concepto del anonimato llevado a una versión epistolar. El juego consistía en escribir una carta a una persona desconocida quien, una vez leída, decidiría si responder o no. En caso afirmativo, la «cartera» se dedicaría a continuar la correspondencia, asegurándose que nunca pudiéramos descubrirnos mutuamente, ya que todos los emails llegarían desde una cuenta genérica.
Las reglas: valía todo. Podías ser tú o no, hablar de sexo, no hacerlo. Imaginar o contar tu realidad. Quizás sacar de ti esas cosas que nunca te atreverías a decir cara a cara. Jugar, jugártela.
Querido anónimo:
Me dirijo a ti desde un lugar remoto, en esta realidad distópica que comienza a convertirnos en sumisos sin consentimiento, inmovilizados, no por nuestras amadas cuerdas, sino por una llamada de atención sobre nuestra finitud.
Agradezco poder escribirte sin saber quien eres, sin importarme.
Agradezco pensar en otro yo, quien en su aislamiento me lee, me descubre.
Quiero pensar que te has sentado ante mi carta, relajado, con una copa de vino, sintiendo el caldo recorrer la garganta, enturbiar la seriedad, desdibujar la realidad durante un lapso.
Querido anónimo, juego con la seductora idea de mostrarte un interior desvergonzado y gamberro, un alguien que pulula dentro, muy dentro. Casi un desconocido para mí misma. Mi yo más cerdo. Quizá esto se convierta en otro monólogo con otro gato, pero NO tengo nada, nada que perder.
¿Qué pensarías de mí si te confieso que me masturbo con el vecino del 5º cuando guitarrea en el balcón a lo Hepburn en Desayuno con diamantes? ¿Y si te dijera que lo hago enfrente de él, sonriéndole mientras mi mano se pierde en mis bragas y él seguramente piensa que soy una vecina muy feliz? ¿Y si te digo que dejo mi orgasmo a medias hasta que sale la yogui del 3º, saludando al sol, la luna y las estrellas? Me toco un largo, larguísimo rato, sintiendo como la ola de calor viene y va, al ritmo de sus estiramientos, entrecerrando los ojos cuando siento que está cerca, pero dejándolo ir. Alargando las cosquillas y la desvergüenza. Y sacando la mano de las bragas solo para llevarme, disimuladamente, los dedos a la boca. Sucia.
Escudriñando balcones en busca de otro como yo. Sucio.
Querido anónimo, ¿eres tú? ¿Me has encontrado a través de esos antiguos prismáticos a los que nunca diste uso? Eres tú quien piensa «Ahí está la guarra del segundo, otra vez», quien a pesar de lo inapropiado y obsceno, no puedes evitar acompañarme, tocándote en mi misma cadencia, la de la yogui. Durante un largo, larguísimo rato. Llevándote los dedos a la boca justo cuando lo hago yo. Creyendo tu sabor, el mío y el mío, el tuyo.
¿Eres tú quien me acompaña en esta desvergonzada mezcla de onanismo, exhibicionismo y sexo sin consentimiento?
¿Quieres serlo?
K.
Ya puedes leer la respuesta de un hombre a este juego sexual aquí: Confinado – Crónicas Moan (by Eme)