«Día doce sin ti: he conocido a alguien, soy yo, voy a darme una oportunidad».
Cuando se habla de amor todo el mundo piensa en primer lugar en el amor hacia otra persona. Pocos recuerdan que el amor, en primera instancia, debe ser hacia uno mismo. En un mundo lleno de mitos románticos, la primera frase que deberíamos recordar es que el único amor que seguro va a ser para toda la vida va a ser el que aprendamos a tener hacia nuestra persona. Y si ese amor fracasa, todos los demás lo harán.
El primer amor es el amor propio
Si bien esta lección deberíamos aprenderla desde pequeños, lo cierto es que uno de los momentos en los que nos damos cuenta de la necesidad de querernos a nosotros mismos es tras una ruptura sentimental.
Algo así como la ya icónica frase de la joven escritora y poeta Elvira Sastre: «Día doce sin ti: he conocido a alguien, soy yo, voy a darme una oportunidad». Es triste pero cierto, a veces tenemos que perder a alguien para recuperarnos a nosotros mismos.
Segundas oportunidades
Cuando estamos enamorados de otra persona, tendemos a ver sus virtudes, a destacar todo aquello que nos gusta de ella e incluso a idealizarla en ocasiones. Quizá por eso, cuando descubrimos que también hay fallos y defectos, sabemos hacer balance y aprendemos a perdonar. Perdonamos el hecho de que nadie es perfecto.
Algo que, sin embargo, no nos otorgamos a nosotros mismos. Nos cuesta reconocer nuestros puntos fuertes, pero sobre todo nos cuesta darnos segundas oportunidades cuando cometemos fallos o errores. Nos cuesta amarnos aunque no seamos perfectos.
Quizá es porque todavía no le damos valor al amor propio, y porque lo confundimos en ocasiones con el egocentrismo y el egoísmo. El equilibrio está en saber quererse uno, sin dejar de querer por ello a los que nos rodean.
Aprender a amarse
Se dice que a amar se aprende. Que los primeros amores, aunque intensos, suelen ser confusos y torpes, y que no es sino con el tiempo cuando aprendemos a amar de forma equilibrada, calmada, incluso podríamos decir madura. Algo que se aprende no a solas, sino en la compañía de una o tras varias parejas.
Pero en el amor propio no hay nadie que nos acompañe. El proceso de conocerse, aprender de los fallos, mejorar y premiarse, es un camino solitario en el que es fácil perderse.
En la época de la felicidad impuesta, de los mensajes positivos y de autoestima en las tazas de desayuno, la realidad es que el resto de mensajes que nos llegan parecen decirnos todo lo contrario. No solo la publicidad y los medios juzgan nuestro físico y nos hacen odiarnos. No nos sentimos valorados en el trabajo, nos sentimos juzgados por nuestro círculo social, por nuestra familia, se nos impone una forma de ser, de comportarse y un modelo de vida que nos queda tan estrecho como la talla 38.
Ante una sociedad que nos obliga a juzgarnos de forma negativa constantemente, resulta difícil quedarse con el mensaje de la taza del desayuno y enamorarnos un poco de nosotros mismos cada día. Pero es que las cosas que son difíciles, son las que de verdad merecen la pena. Y aprender a amarse, como aprendemos a amar a los demás, en realidad tendrá muchas más recompensas.
Un amor físico
De hecho, otra de las cosas que no nos enseñan es a tener un amor propio por nuestro cuerpo, también desde un punto de vista sexual. Y es imposible querer un cuerpo que no se vive y se disfruta.
De nuevo, esperamos que sea otra persona la que nos enseñe cuáles son nuestras sendas de placer, cuáles son las cosas que nos gustaría hacer. No nos tomamos tiempo para el amor propio en la cama. A escucharnos y comunicarnos, a descubrirnos después de cada cambio. Porque igual que nuestra pareja cambiará de gustos o incluso cambiaremos de pareja, nuestra forma de sentir el sexo también irá evolucionando a lo largo de nuestra vida.
Al final nos dejamos llevar por la inercia de los mensajes. La de que el sexo con amor es el bueno, el sexo en el que existe un amor por el otro. Y olvidamos que el buen sexo es el que pasa por el amor a uno mismo. No solo por tomarse tiempo para la masturbación y el autoerotismo, también el sexo que pasa por respetarse, por darnos nuestros tiempos. Por disfrutar sin miedo y por negar sin angustia cuando hay algo que tenemos claro que no queremos.
A veces es bueno hacer con nosotros mismos lo mismo que con nuestra pareja. Pararnos, volver a conocernos, y darnos una oportunidad para amarnos más y mejor, de nuevo.
Recibe más artículos como este en tu email (es GRATIS)