En las relaciones sexuales, cuando las cosas no van bien, a menudo se le echa la culpa al otro: la satisfacción parece que depende más de la pericia sexual del compañero que de la cooperación mutua. Lo mismo sucede cuando el sexo es todo un éxito, se le suele dar el mérito a la otra persona, como si fuera una máquina en la cama y nosotros no hubiéramos tenido nada que ver. Pero no vamos a hablar de culpas ni de méritos, ya que en el sexo no debemos cargarnos con obligaciones ajenas. Vamos a hablar de responsabilidad, porque al final ¿quién es responsable de tu placer en tus relaciones sexuales? Pues, básicamente, ¡tú!
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Asumir la responsabilidad propia
Famosos por sus estudios sobre la respuesta sexual humana, Masters y Johnson, en su libro El vínculo del Placer (1974), afirmaban que “la aceptación de la responsabilidad sexual significa informar y cooperar, pues ninguno de los dos compañeros debe presuponer jamás que conoce las necesidades del otro ni hacer intento alguno de controlarlas”.
En efecto, sin comunicación ni cooperación no puede existir una relación sexual, sino tal vez otra cosa donde seguramente no habrá placer por ambas partes.
Independientemente de que hablemos de un hombre y una mujer, dos hombres, dos mujeres o un número mayor de personas implicadas en la relación sexual, la base del placer se asienta cuando comenzamos a asumir nuestra propia responsabilidad, siendo sujetos activos, comunicantes y cooperantes. Pero esto es una cosa de dos (o de los que sean en la relación), porque si uno de los miembros es egoísta y no coopera, por mucho que el otro u otros pongan de su parte, será complicado que la cosa vaya bien. Así, solo cuando asumimos la responsabilidad sexual por ambas partes somos verdaderamente capaces de dar y recibir placer.
Masters y Johnson no lo podían haber definido mejor al afirmar que una relación sexual satisfactoria es algo que se produce entre dos personas cuando lo hacen juntas, es decir, la una “con” la otra y nunca la una “a” la otra o “por” la otra.
El mito machista
Hace ya algunas décadas que Masters y Johnson tenían claro que las relaciones sexuales se ven perjudicadas por la asimilación cultural de conceptos tradicionales erróneos sobre los papeles sexuales, que interfieren en la interpretación de lo que constituye la responsabilidad sexual. Veamos un ejemplo de esto: ¿El placer femenino depende de la habilidad del hombre? Esta creencia, tan desacertada, ha dominado las relaciones heterosexuales durante años. Podemos entenderlo claramente en la popular y absurda premisa que afirma que “no existen mujeres frígidas, sino hombres incapaces”. Sin duda, se trata de un juicio sobre el desempeño sexual de los hombres, que no hace más que acrecentar los temores de estos.
Masters y Johnson también afirmaban en el mismo libro que “el sexo entendido como servidumbre no proporciona el placer deseado” y que “el error que cometían los hombres era pensar en la mujer como receptáculo”. Esto hace alusión a cómo se concebían las relaciones sexuales dentro del matrimonio hace ya algunos años, cuando ellos eran los responsables del placer sexual de ambos y ellas se dejaban hacer.
Evidentemente, esta creencia machista, que asume un rol pasivo para la mujer y activo para el hombre, ha pasado a la historia y ahora los juegos de intercambio de roles forman parte de las relaciones sexuales habituales (y de un modo más extremo, dentro de las BDSM).
Pero ¿realmente nos hemos librado de ese tipo de ideas erróneas y avanzado hacia unas relaciones sexuales donde, tanto hombres como mujeres, asumimos iguales derechos y deberes en la cama? No parece que sea así cuando se sigue culpabilizando al hombre si una mujer no llega al orgasmo o se le sigue considerando un portento sexual cuando ella está satisfecha.
¿Cómo responsabilizarte de tu propio placer?
En las relaciones sexuales, asumir la responsabilidad del placer supone adoptar una serie de actitudes activas y abiertas, como las siguientes:
- Conocer tu cuerpo y tu placer: qué te satisface y qué no; cómo te gusta estimularte para alcanzar el orgasmo; dónde te gusta tocarte.
- Explorar y ejercitar tu potencial sexual: ¿conoces tus límites sexuales? ¿Qué harías y qué no? ¿Qué prácticas te resultan más placenteras?
- Decirle a tu pareja lo que te gusta y lo que deseas, así como lo que no te gusta. ¿Tienes confianza suficiente con tu pareja sexual para decirle qué quieres en la cama?
- Darte permiso para disfrutar y dejarte llevar. ¿Te sientes libre para expresarte sexualmente como quieras?
- Sintonizar con tu pareja, escuchándola y prestando la cooperación necesaria para que pueda satisfacer sus necesidades sexuales.
- Y, por último pero no menos importante, responsabilizarse del placer también significa aceptar la obligación mutua de tomar medidas de anticoncepción y prevención de Infecciones de Transmisión Sexual.