Me reservo el derecho de amar a muchas personas diferentes a la vez, y de cambiar a mi príncipe a menudo.
–Anaïs Nin
Cuando empecé a escribir, allá a finales del siglo XX, principios del XXI, tenía varios referentes femeninos. Todas/os las/os escritoras/es deberíamos tener a alguien a quien «imitar». Sin referencias, sin alguien a quien admirar, la labor de un/a escritor/a no tendría sentido.
En Nin, siempre vi un modelo a seguir. Se atrevió a hacer lo que nunca hizo, por ejemplo, la gran Simone de Beauvoir (y no por ello la dejé de admirar). En una entrevista, esta última confesó que se había arrepentido de una sola cosa en su vida: «Me arrepiento de no haber escrito mis memorias sexuales».
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Anaïs Nin
Hay mujeres que tienen una vida sexual increíble, pero que no la relatan en sus obras. Nin hizo ambas cosas. Vivir una sexualidad sin cohibición y relatarla, sobre todo, en sus Diarios, que empezó a la edad de once años. Una edad temprana y un punto de inflexión en su biografía ya que a esa misma edad fue abandonada, junto a su madre, por su padre.
¿Quién era Anaïs Nin?
Anaïs Nin fue el nombre que usó para firmar sus libros, pero nació bajo el nombre real de Ángela Anaïs Juana Antolina Rosa Edelmira Nin Culmell. Sí, un nombre tan largo como su vida sexual… Esta escritora, a la que todo el mundo conoce (y si no es así, os invito a que leáis su obra sin más demora), nació en Francia en 1903, de ascendencia cubano-catalana-francesa-danesa… vamos, una mezcla explosiva.
La primera vez que se puso a escribir, lo hizo con una larga carta a su padre, para convencerle de que volviera con su madre y con ella ya que se iban a mudar a Estados Unidos. Para interesarle y para que se interesara por la familia… Y también, por miedo a este viaje.
Durante su adolescencia, Anaïs ya apuntaba maneras de rebelde y siempre tenía cierta inclinación por las personas que hacían de la rebelión su causa. Pero, curiosamente, era tan tímida que no hablaba, no soltaba ni una palabra por su boca. Y ese miedo fue el gran desencadenante de que buscara refugio en la escritura.
Más adelante, Nin demostraría que era muy proclive a ayudar a las personas vulnerables, llenas de fisuras. Gente que era artista, gente brillante pero que necesitaba cierta protección.
Sus primeros escarceos amorosos
Nin se casó relativamente joven, a la edad de 19 años, en La Habana (Cuba) con el banquero Hugh Guiler con quien se marchó a vivir a París. En aquella época, estudiaba danza (a finales de la década de los veinte). Una vida aburrida, a pesar de estar en una ciudad que le encantaba, el descubrimiento y la lectura de D.H Lawrence la convencieron para cambiar de rumbo y hacerse escritora. Y fue así cómo conoció a Henry Miller.
Cuando Nin publicó su libro sobre D.H. Lawrence, Miller, quien estaba solo en París en la época, escribió un artículo en el que describió el libro de Nin como «Escritura dulce para hablar de algo tan violento». Con ello, se estableció una amistad entre ambos y empezaron una relación epistolar apasionada.
En aquella época, Miller estaba preparando Trópico de Cáncer, que saldría en 1934 (el prólogo del libro es de Nin e incluso la impresión fue pagada por ella). La mujer de Miller, June, no estaba. Miller y June eran una pareja que estaba permanente en guerra. De hecho, Nin serviría más adelante como «elemento armonioso» en la relación, intentando reunirlos, de alguna manera. Cuando Nin conoció a June, se quedó muy impresionada ya que eran la antítesis la una de la otra: June era audaz, nada tímida, en plena madurez, muy dramática, mitómana. Así Nin entendió mejor el tormento de Miller, enamorado de la verdad y casado, paradójicamente, con una mujer que hacía de cada cosa un mito… June inventaba la vida, las situaciones, mentía. Así, los tres comenzaron un triángulo amoroso, en el que June inició a Anaïs en el voyeurismo y el safismo. Un triángulo cuyo fin no impidió que los tres siempre se mantuvieran en contacto.
Anaïs Nin: una mujer que tocó muchas teclas…
Lo que sorprende de Nin es que estuvo tocando muchas teclas (va con primeras y segundas). Curiosamente, su padre reapareció en 1933, veinte años después de abandonar a su familia. El padre de Nin era seductor, con un encanto que no se podía resistir. Ella se sintió lista para encontrarse y reanudar el vínculo, pero no se pudieron reconciliar ya que a él le gustaba la vida de salón y a Nin la bohemia.
En 1936, sale su novela titulada La casa del incesto. Se ha especulado mucho sobre la relación incestuosa con su padre, romance que confirmarían sus Diarios, pero que sería desmentido por su hermano.
Tras ser psicoanalizada, primero por el Dr. René Allendy (quien fue su amante) y después por Otto Rank, uno de los primeros discípulos de Freud, Nin se inició en el estudio del psicoanálisis, para luego trabajar una temporada como psicoanalista en Nueva York, apoyada por Rank, con quien también tuvo un affaire.
Nin: la primera mujer que publicó relatos eróticos
Así fue cuando Nin publicó Delta de Venus, unos relatos escritos a principios de la década de 1940, un encargo especial por parte de un coleccionista de libros que buscaba descripciones más explícitas en las escenas sexuales. Sin embargo, estos relatos no vieron la luz hasta los años 70.
La doble vida de Anaïs Nin: practicó la poliandria
En 1955, Anaïs se casó por segunda vez con Rupert Pole, su agente literario, sin haberse divorciado de su primer marido, Hugh Guiler. Durante años, mantuvo una doble vida, dividiendo su tiempo entre una modesta casa con Rupert Pole en California y un opulento piso con Hugh Guiler, en Nueva York. Nin nunca se divorció de Guiler, quien aceptaba las relaciones extramatrimoniales de su esposa, incluida su affaire con Pole, aunque sin saber que Nin se había casado con aquel. Ella apreciaba la devoción que le mostraba Guiler, y también el hecho de que fuera rico, ya que le permitió financiar su vida en California al lado de Pole.
En 1966, cuando Anaïs se hizo muy famosa con sus Diarios, anuló su matrimonio con Pole por miedo a que se supiera de su poliandria. Pero siguió viviendo con él y con Guiler hasta que, a mediados de los años setenta, se quedó a vivir a tiempo completo con Pole, pues el cáncer que padecía ya no le permitía viajar a Nueva York.
Anaïs Nin es el ejemplo perfecto y verdadero de libertad
Por primera vez, una mujer pequeñita, discreta, elegante, pudorosa en público, deja traspasar en sus Diarios una psicología femenina en acción y en evolución, cosa que, para la época, no dejó de asombrar a los más grandes. De hecho, fue (y sigue siendo) muy aclamada por los críticos y reconocida como una de las escritoras occidentales más destacables de la literatura erótica femenina. El cuerpo y el uso del cuerpo como liberación es lo que sobresale de su obra, algo muy actual hoy en día… Sí, hoy, en 2018.