Quienes nos dedicamos a la sexualidad positiva decimos y repetimos que hay muchas maneras de disfrutar, que sobrestimamos el coito y que centramos la erótica en los genitales. Pero posiblemente nuestro altavoz no es lo suficientemente alto para compensar años y años de norma sexual. Por eso, cuando alguien se siente diferente por ser fetichista es comprensible que tenga cierto miedo a decir que lo es. Miedo agravado por el hecho de que aún hay quién le llamará pervertido.
Fetichista sexual
Una persona fetichista es aquella que encuentra excitación en un objeto. También llamamos así a quién se excita con una parte del cuerpo atípica en cuestiones eróticas. Por ejemplo: pies, ombligo y cabello, entre otros. Lo más habitual es que estos juegos particulares se sumen a prácticas más convencionales, con lo que el fetichismo aporta un extra a la vida amatoria de las personas.
Saliendo del armario fetish…
¿¡Cuándo admitiremos de verdad que lo diverso no es perverso!? Ser fetichista no es mejor ni peor que no serlo (¿o es que acaso se puede estar libre de fetiches?). Pero la norma sigue pesando. Sin ir más lejos, la RAE sigue definiendo el fetichismo como desviación sexual. Y es tan grande la norma que, en algunos casos, es la propia persona de gustos peculiares quien se ve «rara» a sí misma. Esto aumenta el miedo a salir del armario fetish.
Muchas de las personas fetichistas recuerdan sentir atracción por esa determinada parte del cuerpo o, a veces, por aquellos otros objetos desde siempre. De pequeños, simplemente se fijaban y luego, al llegar a la pubertad, es cuando le dan una connotación sexual. Algunos de estos chicos (también hay chicas, pero son minoría), cuando llegan a la adolescencia, sienten miedo a decir que les atraen los pies o los ombligos porque todos sus amigos se fijan en pechos y culos. ¿Y quién es el osado que con 14 años sale de la norma y se expone a la burla? Algunos mantienen este temor durante años…
Otros, en cambio, superan ese miedo inicial y comentan su afición con sus acompañantes de cama. He aquí otro momento clave: la reacción de la pareja. Si es abierta a la diversidad, el fetichista reafirma su particularidad y puede que se abra un mundo erótico bueno para ambos. Si la respuesta es negativa, la persona reprime tramposamente su fetichismo, lo que puede provocar una insana obsesión hacia su objeto de placer. Y ahí está la trampa.
Cómo decir que eres fetichista
El primer paso se da hacia uno mismo. Si aceptamos con naturalidad que nos gustan otras cosas, lo podremos transmitir con seguridad. Créetelo: la erótica diversa suma momentos, experiencias y goces. Desde los ombligos a los zapatos de tacón o el látex, por ejemplo, hay todo un universo de exploración, que podrá dar más o menos placer, pero que, llevada de forma consensuada, siempre será sinónimo de bienestar sexual.
No considero que sea necesario proclamar nuestros gustos a los cuatro vientos. El sexo que practicamos es una parcela de nuestra intimidad. Pero sí creo que en esos momentos de intimidad compartida hemos de ser sinceros. Ante el miedo a la reacción, recuerda que las cosas se pueden decir de maneras más o menos bruscas.
Si eres el acompañante de un fetichista, te diría, por un lado, que tuvieras empatía; y, por el otro, que te atrevas a descubrir (es muy probable que encuentres algo atractivo). ¡Abre tu mente diversa!
Recuerdo una pareja en la que él le ocultaba a su novia que era fetichista de pies, por miedo a que reaccionara mal. «Es que ella me gustaba mucho», me decía. Silenciar algo que para ti es importante, no es una buena estrategia en una relación. La sexualidad no es algo menor y, si esa persona no es capaz de entenderlo, quizá no es la persona. Por cierto, cuando él finalmente se lo comentó a su chica, esta entró al juego y hoy comparten esta erótica felices.
Sin miedo y sin armarios, la vida –sexual– es más bonita.
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