Relatos eróticos

MIND FUCK: La historia de sexo de Andrea (X) – Novela erótica de Karen Moan

Hay una fiesta de temática cabaret en el Volta y, como esta es la historia de sexo de Andrea, solo puede ser una fiesta con mucho ingenio… ¡y sexo! No te pierdas la penúltima entrega de esta maravillosa novela.

Sinopsis del capítulo anterior: emocionada y excitada, Andrea se cita con Mario tras un intercambio de mensajes. Sin embargo, el encuentro con Mario se torna en el reencuentro de Andrea con los celos, y el tequila para apaciguarlos.

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Novelas eróticas

MIND FUCK: La historia de sexo de Andrea (X)

Fiesta privada en el Volta. Temática: cabaret. Grupo de Whatsapp: «Reinas de póker».

«Reinas, ¿os apetece jugar este sábado?»

«¿Cuándo no?».

La Reina de corazones responde la primera.

«¿Cuándo no?».

«¿Cuándo no?».

Añaden las otras dos, imitando el efecto eco.

«Mis amadas viciosillas, sacad los atuendos y practicad vuestro roles. ¡Que comience el espectáculo!».

Como siempre, quedamos en mi casa, el centro de operaciones. Miro a mis amigas antes de la protocolaria sesión de fotos, y me relamo. La Reina de corazones me lanza besos con sus labios pintados en forma de corazón, mientras Picas le aprieta el corsé de encaje, que completa con un tul mínimo y medias de liguero.

Diamantes se ata una pieza de cuero roja que cubre escasamente sus pechos y la barriga, de la que, por cada vértice, salen cuatro tiras que se unen en la espalda. La que baja por el sexo tiene la doble función de tapar y dar placer. Fotografío de cerca el momento en el que la coloca, y siento el calor que seguro me acompañará las siguientes horas.

La Reina de picas me mira provocadora a través del espejo. Está deseando empezar a jugar, pero la regla es esperar hasta que estemos empapadas. La comprobación del grado de humedad es su responsabilidad, y le encanta. Abre el mini-pantalón de cuero negro que lleva, mete la mano y al sacarla se chupa los dedos, uno a uno. ¡Joder!, a este paso no salimos de casa.

—¡Coge las barajas! —le ordeno a Picas, en un intento de distracción. Se ríe. Al pasar a mi lado recorre con la misma mano el dibujo del trébol que llevo como único atuendo. El tallo disfraza mi coño, y responde a su caricia con ansia.

—Querida Reina de tréboles, está usted demasiado alterada como para dar ninguna orden, más bien, debería recibir un correctivo.

Su mano sigue tocando, efectiva, conoce muy bien mi cuerpo.

Corazones acude en mi ayuda y, melosa, nos aparta y ofrece las capas que llevaremos puestas hasta llegar al local.

—Majestades, la plebe nos espera.

Entramos en el Volta donde saludamos a unos cuantos conocidos, ataviados con sus mejores galas burlesque. A los pocos minutos la Reina de diamantes atrae nuestra atención desde la barra, ha conseguido la primera invitación a una ronda de tequila, me pregunto a cambio de qué. Antes de descubrirlo le veo, a través del espejo, como la primera vez, sus tatuajes me llaman. No habría adivinado que era él si no conociese de memoria las pinturas de su cuerpo, lleva una máscara de plumas que oculta su cara. No le esperaba, nunca había acudido a una de estas fiestas, y desconozco a través de quién ha conseguido invitación. Contemplo su imagen, la toga griega y las plumas le dan un aspecto femenino que me encanta. Veo como mi amiga, la Reina de picas, le ofrece una carta para el primer juego de la noche. Solo distingo el color rojo, no es de mi palo, ¿otro sarcasmo del destino?

Comienza la partida de póker humana.  Las apuestas son caricias, besos, mordiscos o momentos en soledad en la playroom de la planta baja. Tríos, escaleras, full o póker se entremezclan animando el ambiente.

Un jugador consigue un trío de diamantes con Mario incluido, y se dirigen a la sala de juegos. Al rato me retiro de la partida, estoy deseando bajar a verle. Les localizo y me detengo a cierta distancia, las reglas para el voyerismo están claras, si te acercas a mirar y te invitan, te quedas; si no, tienes que irte antes de que resultes molesto. Mario está de pie en el lateral de un columpio en que una mujer desnuda, y con los ojos cerrados, se presta a sus caricias, mientras otro invitado la penetra muy despacio. Mario, ya sin máscara, besa su cara, su cuello, sus pechos. Me doy cuenta de que nunca he sentido sus labios sobre mí. Siento un ataque de deseo por él, quién ni siquiera se ha percatado de mi presencia.  Tengo que irme, están demasiado absortos y toca desaparecer.  Me siento incómoda cuando me incorporo al nuevo juego que ha organizado la Reina de picas: el de la carta escondida. Cinco parejas, en las que uno se oculta una carta donde pueda y el otro tiene que encontrarla sin la ayuda de las manos. Los últimos en hacerlo quedan penalizados. El castigo, atarles a ambos lados de una columna, hasta que una de las Reinas les libere. Las estrategias para conseguirlo son distintas; no se convence igual a la Reina del amor, que a la de la fortuna o a la de la suerte…

Me acerco a una de las columnas en las que dos mujeres se encuentran atadas. Me paro en frente de la del pelo azul, admirando su arnés de cuero rosa que enmarca sus pechos de piel lechosa. La reconozco de una sesión de fotos.

—¿Sabes cuál es la especialidad de la Reina del tréboles?

—Cambiar la suerte —responde sin dudar.

—Dame un motivo para hacerlo.

Se queda callada unos segundos.

—Si me desatas te lo agradeceré mucho —me manda un beso en el aire.

—No, conmigo no funciona así. Piensa. Vuelvo en unos minutos.

Frunce un poco el ceño, aunque sonríe. Hay gente a la que le gusta el castigo demasiado, pienso divertida.

Recorro el local y compruebo que casi todo el mundo está involucrado; cuatro personas están sentados en una mesa redonda, juegan al póker real, pero por la ropa que les queda, creo que es strip póker.

Veo un chico alto y delgado, forma parte de una conversación pero parece algo ausente. Lleva pantalón negro, una camisa remangada y un  chaleco de rayas, tiene pinta de croupier de casino de los años 20, me resulta atractivo. Me dirijo a él.

—Si adivinas por qué elegí el trébol, ganas un premio.

—Primero tendré que saber si me interesa ese premio —responde levantando una ceja en señal de curiosidad.

—Tres opciones: convertirte en el Rey de trébol durante una hora y cambiar la fortuna de la gente conmigo; hacer lo que quieras sobre mi cuerpo, sin tocar ninguna parte sexual; y la tercera no te la digo, es como una de las galletitas de la suerte, si la eliges, lo sabrás.

—Elegiste este palo porque de pequeña buscabas siempre la cuarta hoja, ese trébol imaginario que cambiaría el curso de tu vida. Y ahora sabes que esa hoja eres tú, solo tú tienes en tus manos tu propia suerte —me dice casi sin pensárselo. Me gusta.

—No has acertado. Pero tu respuesta merece una recompensa igualmente.

Sonríe y le cambia la cara. Ahora parece un gran niño travieso.

—Quiero hacer algo sobre tu cuerpo. Ven —me pide.

Bajamos hacía la zona de juegos, pero se para en la escalera. Me apoya contra la pared, frente a él y me pide que me dé la vuelta y cierre los ojos. El espacio es estrecho y hay poca luz. Siento que me toca con algo, tardo en reconocer lo que puede ser un pincel. Está dibujando en mi espalda, parecen espirales. Siento su respiración cerca y es agitada. En breves minutos da por acabada la obra y se acerca a mi oído.

—Gracias, ha sido muy divertido. Cuenta hasta diez y abre los ojos —me dice con una voz más ronca de lo que recordaba.

Cuando lo hago, ha desaparecido. Voy al baño y contemplo en el espejo una imagen que me sorprende. Dos figuras humanas estilo Miró sostienen un corazón frente a unas rejas, una celda tras la que se ve una mujer. Pareciera que le estuviesen mostrando o entregando el corazón, mientras la más alta de las figuras agarra un hilo atado a la celda, como el cordón de una cortina, del que, si tirase, desharía la prisión. El dibujo me transmite muchas emociones, esperanza, amor, juego… Me apetece mucho comentar el significado con el dibujante, pero, tras buscarle un rato, deduzco que se ha ido. ¡Qué pena!

Vuelvo a la columna. Por la expresión de alivio al verme, creo que la chica del pelo azul ya está cansada de estar ahí.

Me pide que me acerque y me susurra algo al oído. Empiezo a desatarla.

—Te vi en una sesión de Shibari —le digo.

—No te recuerdo.

—Ya, estabas concentrada, tus ojos estaban cerrados, aunque el efecto de los que te pintaron encima era inquietante.

—¿Sí? Me habría encantado verlo.

Termino de desatarla y busco en mi móvil una de las fotos que le hice. Lanza un grito de entusiasmo.

—No puedo mandártelas, son de tu atador, pero estoy segura que las compartirá contigo si se lo pides.

—Muchas gracias por liberarme su majestad –hace una graciosa y sexi reverencia—. Soy AliBlue.

—Tú has encontrado la forma de liberarte. Ahora ve y cumple tu promesa.

La traviesa AliBlue ha propuesto encontrar un voluntario que ocupe su lugar antes de quince minutos. Al poco, veo que lo ha conseguido. Cuando termina de atar a una preciosa chica pide ayuda, y se ata pegada a ella, piel contra piel. AliBlue, me gustas.

Siento una presencia en mi espalda, es la Reina de corazones que me besa la nuca.

—¿Dónde estabas amor? Llevo tiempo buscándote. ¡Qué dibujo más bonito! —dice admirando mi espalda.

—Sí, el artista ha desaparecido. Espero verle otra vez.

—¿Vienes abajo?

Pregunta mientras me besa o me besa y pregunta dentro de mi boca. Me dejo llevar, aunque siento una ligera resistencia. Mario sigue en la sala de juegos y no sé si seré capaz de disfrutar teniéndole tan cerca.

Ya puedes leer el último capítulo de esta novela erótica, aquí: MIND FUCK: La historia de sexo de Andrea (XI)

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